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-l20- fesase para morir, para que el remedio de nues– tros cotidianos defectos no se nos vuelva en dafío y menoscabo del espíritu. Sería bien que los sacerdotes lo hicieran todos los días, y también los que no lo son, como lo hacía San Luis, Obispo, antes de serlo, y·Jo acostumbran muchos religiosos; porque con la repetición de este sacramento con la debida disposición, no sólamente se perdonan las culpas, y en parte ' se ·satisface a Dios por ellas, sino que también se aumenta la gracia, como dice San Agustín: La confesión de todas las obras malas·, esprin– cipio de todas las obras buenas. Cinco puntos se requieren para confesarse bien: examen, dolor, propósito de la. emienda, confesión de los pecados y satisfacción. El que se quiere Pero para toda alma deseosa de perfección será de máxi-· mtt importancia la declaración limpia de la conciencia,– no sólo de pecados sino de toda afección y de todo brote malo o inperfecto que pueda entorpecer el vuelo espiritual. Si el director ti"ene que estar lleno de caridad ciencia y prudencia, el buen dirigido debe ser humilde, sencHio y obediente enlas comunicaciones con el Direc· tor. San Francisco de Sales citando al Beato Juan de AviJa, dice que el Director debe elegirse entre mil; pero más que Directores hacen {alta dirigidos. Está tan re– bajada la gana de perfección que hay pocas persona_~ qu~ de verdad quieran ser -cd/rlgidas.•
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