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-97- derar, como dice San Pablo, procurando saber lo que conviene para obrar bien: Non plus sa– pere, quam oportet supere,' sed supere ad sobrietutem. (Ao. ROM 12.) El tercer desorden es confiar mucho en su propio juicio y parecer; de lo cual se siguen la presunción, las porfías, los errores, la pertina– cia en el mal, y otros daños. Por lo cual se ha de sujetar no sólo a parecer de Prelado o Pa– dre espiritual, sino a cualquier otro teniéndolo por mejor, si no quiere obrar mal, porque co– mo dice el Espíritu Santo, «el que ccnfía en sus pensamientos, obra impíamente. «Qui .au– tem confidit in cogitutionibus suis, impie agit. » (PROV. 12.) Lo cuarto, juzgar temerariamente de los pró– jimos. El primer castigo de los que hacen ta– les juicios es el caer en las faltas que juzgan; así lo da a entender S. Pablo. «In quo enim judicas alterum, ·te ipsum condemnus, ea– dem enim agis, quae judicas. (Ao RoM. 2.) Se han de echar todas las acciones de los pró– jimos a la mejor parte; y cada uno ocupe su entendimiento, ·no en las acciones ajenas, sino en el conocimiento de los propios defectos y de su nada y de la grandeza'de Dios y de sus

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