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-93·- Dios; indiferentes, tales son, las fragancias de flores y hierbas, de las cuales nos hemos de privar, sufriendÓ los desapacibles olores por amor de Dios. Malos son los que incitan al mal, como los que llevan consigo los profanos. Las personas religioEas no han de llevar seme– jar.tes olores, de los cuales dijo Dios por Isa– fas, que los castigaría aún en las mujeres jero– solimitanas profanamente adornadas. El gusto, no sólo en el comer, sino en el ha-· blar se ha de mortificar. En el comer, digo, que se ha de mortificar, aun cuando se coma sólo lo preciso y neces¡¡rio, no comiéndolo por gusto, sino porque Dios quiere que lo coma. Se ha de privar de lo indiferente, como ser en las que son de gusto y de poco provecho, pro– curando lo desabrido y sin gusto en la comida; llevando entre día en la boca alguna cosa que le amargue. Se ha de mortificar en lo malo co– mo es, lo dafooso a la t.alud y superfluo, como a– conseja S. Lucas •Al/enditene graventur cor– da vestra in crapula et ebrietate.• (Luc. 1.) El sentido del tacto está esparcido por todo el cuerpo, es el más grosero, y por el cual suele recibir más ·daños el alma. Ha de tocar las cosas que no puede excusar, no por .gusto

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