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-92- se lamentaba Jeremfas diciendo. <Mi vista ha robado mucho a mi alma. •Oculus meus de· praedatus est animam meam• (TREN 3.) De la suerte dicha se han de mortificar los demás sentidos respecto de sus objetos, buenos, in– diferentes y malos. El oído ha de oir las alabanzas divinas y to– do aquello que induce aDios y al cumplimien· to de las propias obligaciones, y se ha de mor– tificar en sus objetos indiferentes, como s.on ; novedades de guerras, de sucesos varios, que suelen escribirse en los periódicos y que no son pertenecientes al estado porque sirven más pa· ra la distracción que para el recogimiento in– terior; pero si alguna vez las oyere, procure que le sirvan de escalas para levantar el cora· zón a Dios... A las palabras malas ·como son, murmuraciones, alabanza~ propias, risas vanas y otros semejantes, no se les ha de dar oído, porque como dice S. Pablo: Corrompen las buenás costumbres las palabras malas. «Co– rrumpunt br;mos mores colloquia prava.» (Ao EPH. 5.) Al olfato se le pueden proponer objetos bue– .nos, cuales son las fragancias y olores de las Iglesias, que incitan a levantar el espíritu a
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