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-PO- estado en que se halle el alma, ha d~ serie la puerta y la entrada más segura pan¡ con Dios. De esta unión resultan al alma grandes bienes, singularmente una paz íntima y gozo espiri– tual. Todas las cosas en su centro están con– tentas y gustosas; fuera de él violentadas; y como el centro del alma es Dios, cuanto más se le ama y esté en su Majestad Divina, apar– tada de las criaturas y de sí misma, estará con mayor paz y contentv, aunque padezca en lo exterior trabajos y penalidades. Por el contra– rio; si el alma está fuera de su centro y aparta– da de Dios, padecerá mayores penalidades, aunque en lo extericr tenga todas las comodi– dades y consuelos que se pueden imaginar; es– to nos lo dice S. Agustín: Fecisti nos Domi– ne ad te, et inquietum est cor nostrum do– nec requiescat in te. En orden a estas tres vías se ha de advertir: Lo primero, que hay estados y ejercicios de estados; y aunque los ejercicios de cada esta– do son los dichos, pero en cada uno de los es– tados bien se pueden ejercitar con mucho ma– yor merecimiento actos de los otros estados sin dejar los principales del suyo propio. Y as! en la vía purgativa, se pueden h!!cer muchos ac-

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