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172 CONSTJTUC.ION'J:S- CAPfTULO IX ro inflamadas y llenas de amor divino y fervor apostólico. Por esto encargamos a los Predicadores, que procuren con todo cuidado grabar en sus corazones al ben– dito Jesús y darle pacífica posesión de sí propios, para que por redundancia de amor sea El quien les haga hablar, a imi– tación del apóstol san Pablo, vaso de elección y Doctor de las gentes, el cual predicaba no con palabras sublimes ni elocuencia humana, sino con virtud del Espíritu Santo. Procuren también, a imi– tación de Jesucristo, nuestro perfectisimo maestro, enseñar no sólo con la palabra, sino también -:on el ejemplo. Pues en verdad, éstos que primero practican y des– pués predican y enseñan, son los grandes J en el reino de los cielos. 206.- Por esto se ordena que los predicadores sanes, cuando actualmente no predican, acudan al coro a todas las horas ' ~· canónicas y a la oración, según su po– sibilidad, siguiendo en todo la vida co– mún con los demás frailes. 207.- Y , cuando predican, vivan co– mo pobres y mendigos, contentándose con lo neccs:uio: n.1da pidan, ni para sí ni para los froliles. y así. según la apostóli.ca

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