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MISIONES DE LA ZINGA, BENÍN, ARDA, GUINEA Y SIERRA LEONA 47 16.-En su divino tribunal darán la cuenta los comprendidos y todos ten– dremos el premio o castigo que correspondiere a nuestras obras y entonces veremos lo que aprovechan razones de Estado, cuando el rey de los reyes y señor de los señores nos haga el cargo de sus azotes, espinas, llagas y cruz y de su preciosa sangre vertida por la salvaciónde las almas; el cual, sin reparar en razones humanas y frívolas, sabemos que : Descendit de coelo et incarnatus est de Spi.ritu Sancto ex Maria Virgine, et horno factus est. Y asimismo que: Qui cum in forma Dei esset, non rapinam arbitratus est esse se aequalem Deo, sed semetipsum exinanivit, formam servi accipi.ens, in similitudinem hominum factus et habitu inventus ut horno (45). 17.-En llegando a Castilla (46), escribió el Prefecto a la Sacra Congre– gación de Propaganda Fide, dando aviso de los sucesos y tragedias de su peregrinación al reino de Benín. Con sus informes y los que compuso uno de sus compañeros que pasó a Roma, resolvió, con consulta y aprobación de Su Santidad, enviar nuevos misioneros al Benín, al reino de Huete y a las islas referidas (47); esto es obrar como buen pastor del rebaño de Cristo, aten– der a un mismo tiempo a los fieles y a los que desean serlo: Pasee oves meas, pasee agnos meos. Los religiosos nombrados para estas partes fueron doce: todos eran italianos y se les asignó por Prefecto, por no hallarse con fuerzas para volver los de España, al P. Fr. Juan Francisco de Roma, de quien tantas veces hemos hecho mención en la misión del Congo. Partieron dichos Padres para Portugal y, después de no pocas dificultades que se vencieron con los ministros de aquel reino, por último a solos cuatro se les concedió pasaporte. Los demás se volvieron a Roma con el Prefecto, al cual, sin más motivo que el saber había sido embajador del rey del Congo para Su Santidad, para nues– tro Rey Católico y para el Príncipe de Orange en los años antecedentes, asiendo de las falsedades que escribió el infeliz sujeto, que en pena de su pecado murió repentinamente, según ya dijimos en el libro primero, capítulo 46, párrafo 10 (48), para darle difidente y sospechoso. (45) Filip., 2, 6 y 7. (46) La narración del P. Anguiano coincide casi literalmente con la del P. Ca– vazzi; sin embargo, éste afirma que se embarcaron en un barco español, no 11ortugués, que los condujo a Cádiz, de donde pasaron a Sevilla en 1654, hallándose justamente allí el mismo P. Cavazzi de paso para el Congo; allí recogió de ellos las noticias que consigna, las que coinciden a su vez con «la memoria manuscrita del P. Antonio de Teruel que se conserva en nuestro archivo de Angola» (p. 356). Añade que desde Se– villa escribió el P. Angel de Valencia a la Congregación, remitiéndole una relación de la misión, cuyos puntos principales copia (pp. 356-7). (47) Cfr. CESINALE,o. c., 591, y lo que hemos dicho en la introducción sobre el envío de misioneros italianos al reino de Benin y no al de Huete, como dice el P. An– guiano, sino al de Owero, Oveiro, Ware, Uari o Uere, pues de todas esas maneras lo escriben los autores. (48) ANGUIANO, Misiones Capuchinas... , 421. Cfr. también lo que hemos escrito en la introducción .

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