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44 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA se necesitaba para radicar la fe de este y de otros portentos, sino después en varias ocasiones de estos últimos siglos; volvió a llenar el vaso y bebió cuanto necesitaba para apagar la sed, y después hizo lo mismo el compañero, los cuales aseguraron varias veces, refiriendo el caso, que en toda su vida habían bebido cosa más sabrosa y fresca, extrañando no poco el que estuviese tan frío el vino en tierra tan cálida y adonde todo género de bebida suele estar como el caldo o poco menos. 8.-A este espectáculo estuvieron aquellos bárbaros suspensos y embele– sados, viendo y admirando lo que pasaba; mas aunque les instaron los reli– giosos a que bebiesen, asegurándoles de parte de Dios que no morirían ni les haría mal el diablo y mucho menos si se convertían de corazón a nuestra santa fe, no hubo remedio de probar el vino ni aun quisieron tocar la calabaza, respondiendo por último: «No, no queremos, que nos matará el gran diablo a nosotros y vosotros moriréis en llegando al lugar donde vamos». Riéronse los Padres oyendo tales desvaríos y les dijeron : «Así moriremos allá como acá, pues todas vuestras supersticiones son vanas y mentirosas y, en fin, enredos del demonio con que vivís engañados y ciegos por vuestros vicios y pecados». Tiró el Prefecto la calabaza contra el suelo y prosiguieron su viaje hasta Goto y allí los metieron en el turco. 9.-Volviendo, pues, ahora a los compañeros que quedaron en la ciudad con los ornamentos y cosas de la misión, sucedió que intentaron con ellos la misma traición que con el Prefecto, usando los veedores del mismo ardid, para quedarse con todo lo que traían para su ministerio. Mas fué nuestro Señor servido que no lograsen su mal intento, y así milagrosamente pudieron conducir los Padres todo lo de más importancia no sólo desde la ciudad sino también desde Goto, adonde estuvieron tres meses como prisioneros, sin poder hallar modo ni remedio humano para escaparse de aquella gente, hasta que fué Dios servido de enviárselo de su mano. Pasados, pues, los tres meses y estando desahuciados de remedio humano, los unos en la cárcel y los otros poco menos, y unos y otros padeciendo muchas penalidades de hambre, sed y calor y hallándose cercados de bárbaros a todas horas, que deseaban acabar con ellos para alzarse con lo que tenían, llegaron a Goto, guiados de superior instinto, dos herejes, uno inglés y otro holandés, que residían en la población de Arbo, en sus factorías, y, compadeciéndose de los religiosos, trataron de sacarlos de la prisión y ponerlos en libertad. 10.-Antes de salir de la cárcel quisieron aquellos bárbaros se les pagase el coste que habían hecho y se les iban los ojos tras de los cá.lices y ornamentos para quedarse con ellos, pero los factores salieron a todo y con eso quedaron libres. Fuéronse luego al lugar de Arbo, y, aunque pudieron recelar de los herejes algunos malos oficios, como les sucedió a la ida, y suele suceder de ordinario por ser de contraria religión y opuestos a los católicos romanos, con

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