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36 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA gloria. Esto supuesto, yo resuelvo salir mañana a hora competente a impedir este sacrificio y a desengañar a estos bárbaros de la ceguedad en que viven; vosotros os estaréis quietos hasta ver lo que resulta». 9.-Pareció bien a todos la proposición y, teniendo por cierta· la muerte, le dijeron nombrase sustituto en la Prefectura y que no fuese solo sino con un compañero. Hízolo así y, deseosos todos de que les tocase la suerte de acompañarle, se redujo la materia a una devota porfía sobre quién había de ser. Al fin se resolvió le acompañase el P. Fr. Felipe de Híjar y que los demás se estuviesen quietos porque no sucediese acabar con toda la misión en un día. Preparáronse al día siguiente todos con los santos sacramentos y larga oración y se despidieron unos de otros, como quienes esperaban por ,instantesla muerte; tomaron sus Crucifijos y, armados de fortaleza y confiados en el divino auxilio, salieron de casa el Prefecto y su compañero y se encaminaron al palacio a donde se había de hacer el sacrificio diabólico. 10.-En el camino hasta llegar encontraron tropas de gente que a porfía iban a tomar lugar en los patios, como sucede por acá en una fiesta de toros; éstos entraban por diferentes puertas, unos a pie y otros a caballo, y cada prín– cipe llevaba su acompañamiento, mayor o menor según su calidad y grado, pero todos con su música y variedad de instrumentos, vestidos de gala con diversas invenciones ridículas y tales disfraces, que a no ir los Padres con la consideración empleada en Dios y con el dolor de ver tan execrables ofensas suyas, les pudiera haber servido de recreación la variedad de trajes, personas y disfraces. Nadie empero les habló palabra, y así pudieron llegar sin estorbo hasta el palacio, pues con la bulla y algazara del festín, todos atendían a él y no cuidaban de otra cosa. 11.-Llegaron al palacio y también tuvieron el paso franco sin que persona alguna les impidiese la entrada; metiéronse con recato por el primero, segundo y tercer patio, que son como grandes plazas, y de esta suerte llegaron al último cerca del cual tenía su cuarto el rey. Este estaba acompañado de innu– merable gente, de tal suerte que jamás se persuadieron hubiese tanta y tan lucida en aquella ciudad. Hallaron danzando y bailando a los más principales, y a los demás ocupados en tocar sus instrumentos y en ver a los otros; por esta causa pudieron pasar sin ser notados por los soportales cercanos y subir a lo alto de unas gradas, desde cuya eminencia se registraba el lugar del infernal sacrificioy dos alfanges muy relucientes que tenían ya preparados para degollar a los hombres infelices. 12.-Habiendo, pues, logrado el lugar que deseaban, procuraron ponerse en parte adonde la gente pudiese oírles y verlos predicar al tiempo de ejecutar el degüello; pero por cuanto ignoraban la lengua del país y no hallaron quien quisiera enseñarles lo bastante para formar una plática, se contentaron con

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