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16 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA inferiores, al modo que el ciego que guía a otro ciego, que por falta de luz ambos tropiezan y caen irremediablemente. Vivía, pues, la reina Zinga, aunque cristiana desde su niñez, ciega y con los ojos cerrados para ver lo que le convenía para su salvación, y así cayó en un piélago profundo de vicios y crueldades y con ella juntamente sus vasallos, y tanto que fué fama pública en todos aquellos reinos circunvecinos, que era grande hechicera y nigromántica y que idolatraba continuamente en los huesos de su hermano el rey difunto, y demás de eso el que tenía costumbre de mandar degollar a cuantos niños nacían en actual guerra, y sus vasallos seguían desenfrenadamente estos y otros muchos vicios, haciendo plato regalado de sus mismos hijos recién na– cidos, siendo crueles homicidas de cuantos hombres podían haber a las manos para sustentarse con sus carnes. 9.-Abrió finalmente los ojos la reina y con la nueva luz del auxilio divino volvió a recobrar la que había perdido después del bautismo; con ella alumbró a sus vasallos, y los que fueron ·participantes de sus yerros, en el tiempo cali– ginoso de la mala vida, con la nueva luz salieron a ver la claridad del día de la gracia por medio de su exhortación y ejemplo y especialmente por el santo bautismo. ¡Oh! Cuánto temo que esta reina etíope ha de ser fiscal severo en el tribunal de la divina justicia contra muchos reyes y príncipes que se precian de muy blancos, teniendo muy negras sus almas, pues vemos no cuidan de su salvación ni de la de sus vasallos, constituyendo toda su autoridad y grandeza en vivir y en dejarlos que vivan al son de sus pecados y vicios: Regina austri. surget in judicio cum viris generationis hujus, et corzdemnabit illos (18). Dios les abra los ojos a todos y les dé luz para salir de semejantes tinieblas. 10.-Estando, pues, dispuestos los ánimos para recibir nuestra santa fe, escribió, demás de las cartas a Su Santidad y al General de la Orden, otra al Prefecto del Congo, que por entonces se hallaba en Loanda, y para tratar de las paces con los portugueses envió sus embajadores al gobernador de Angola con un buen presente de esclavos, suplicándole asentase paces con ella y que diese libertad a su hermana doña Bárbara, y juntamente que solicitase con el Prefecto la enviase misioneros que propagasen la fe cristiana en sus estados. Aceptó el gobernador la proposición de la paz y correspondió en todo lo demás como cristiano y caballero, pues no sólo dió libertad a la hermana pero se la remitió con acompañamiento decente y algunos presentes de estimación, y recabó del Prefecto que al menos enviase dos religiosos para consuelo de doña Bárbara y de la reina en el ínterin que llegaban los que había pedido (18) Luc., 16, 31.
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