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4 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA respondieron tan puntuales a sus divinos llamamientos, que desde el primer paso comenzaron a disponerse para recibir la luz del santo Evangelio, el cual, según S. Pablo, es la antorcha para todo creyente, mediante la cual se consigue la salud eterna: Virtus enim Dei est in salutem omni credenti (3). Muchos quieren que sea Dios quien lo haga todo, sin mover ellos siquiera una mano y aun desobligando su misericordia con innumerables pecados, lo cual, sobre ser herejía, es insolencia intolerable, pues quieren, siendo siervos vilísimos y dignos de eterna condenación, ser servidos y tratados de su Majestad como si fueran sus coecuales o como si tuviera necesidad de ellos para su grandeza y gloria. 4.-Muy de otra suerte obraron la reina Zinga y sus vasallos, pues, aunque ciegos al principio por falta de quien los instruyese en la fe católica o porque Dios así lo permitió por sus juicios incomprensibles, desde el instante que los nuestros les anunciaron el santo Evangelio, comenzaron a tratar de su reduc– ción a la fe, obrando ésta en el corazón de la reina maravillosos efectos y tales cuales iremos viendo, pues, en medio de sus pecados e idolatrías, siempre esta virtud, impresa en el alma desde que recibió el santo bautismo, siendo muy niña, la inclinaba poderosamente a seguir la fe que en él profesó y al amor y temor santo de Dios. Pero porque no dilatemos más el discurso, sin embargo de lo que dejamos referido en los capítulos 27 y 28 de la relación pasada (4), es preciso repetir aquí brevemente parte de lo que allí se dijo para venir en más claro conocimiento de conversión tan prodigiosa. 5.-Fué, pues, el reino propio y legítimo de esta señora el de Angola, vecino al del Congo, y su nombre, antes de ser cristiana, era Zinga, y así los de Europa la llamaban Zinga de Angola (5). Sucedió tener guerras los portu– gueses con su hermano de esta señora, que era el rey aunque gentil, y con esta ocasión se fueron apoderando de la mayor parte de sus estados, y, en fin, llegaron a tales términos, que entraron en su misma corte los portugueses y la hicieron prisionera. Era entonces la Zinga de muy poca edad y con eso la bautizaron y pusieron por nombre doña Ana de Silva (6). Después murió su hermano el rey y quedó por heredera del reino, y, en hallándose libre, con los pactos que hubo entre los suyos y los portugueses, fué creciendo en la edad y también en el deseo de volver a recuperar sus estados. Para este efecto previno sus huestes y recogió la gente que pudo y aun se valió de los holan- (3) Rom., 1, 16. (4) Misiones Capuchinas en A/rica, 245 ss. (5) Hay diversos modos de escribir este nombre: Singa, Zinga, Nsínga. (6) Según el P. CAVAZZI, o. c., 366, Zinga no fué nunca prisionera de los por– tugueses, sino que fué enviada por su hermano, a la sazón rey de Angola, como em– bajadora ante los portugueses, y en Loanda, en 1622, fué bautizada en la catedral.
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