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INTltODUCCIÓN XXXVII de junio de 1685 desde Bisao al Nuncio de Portugal, diciéndole habían reci– bido sus órdenes: que seguían trabajando con entusiasmo, esperando también órdenes de la Congregación y asimismo el envío de nuevos operarios, pues hacían mucho bien a las almas en aquellas partes (134). El Nuncio enviaba esta carta a la Congregación el 8 de julio de 1686 (135), pero no sabemos se haya tomado ninguna determinación sobre el particular. Por otra parte, los citados misioneros, sólo ya en número de tres, escribieron también varias cartas a los Superiores de Castilla, exponiendo sus trabajos y los consoladores frutos que se obtenían, pero que estaban sin saber a qué ate– nerse, como dice el P. Francisco de La Mota en su carta del 24 de abril de 1686 escrita desde Cacheo (136). Por fin, los Superiores, viendo tantas dificultades, puestas precisamente por los portugueses, y la ninguna protección que se prestaba a los misioneros, obte– nidos los oportunos permisos, dieron orden de que regresasen a la Provincia, como lo hicieron efectivamente a principios de 1688. Así terminó esta segunda etapa de la misión de Guinea y Sierra Leona, donde tantos esfuerzos habían puesto los Capuchinos españoles y donde tantas vi~as quedaron rotas, sólo por aparentes motivos políticos y razones de Estado, bajo las cuales se encubrían las ambiciones de muchos y los torpes negocios de otros que querían enriquecerse aprovechándose de los pobres negros. (134) Eran los PP. Francisco de La Mota, Angel de Fuentelapeña y Buenaven– tura de Maluenda; su carta está firmada en Bisao (APF, Lett. ed scritt. rif. nelle Congreg. part., Africa, II, f. 17). (135) !bid ., f. 16. (136) Cfr. infra, cap. XXI, nn. 2-5.
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