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XXXVI MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA presentó en los primeros meses de 1683 (125) y que copia al pie de la letra el P. Anguiano (126). La resolución que en la corte de Portugal se tomó fué que los Capuchinos podían seguir en la misión, pero que tenían que ir tam– bién a ella Padres Observantes Reformados de la Provincia de la Soledad, de Portugal, llamados también Algarves. La misión quedaba constituída por seis Capuchinos y seis Observantes, estando al frente de todos, en calidad de Prefecto, el P. Trujillo (127). Con eso y con el documento expedido por el Príncipe de Portugal (24 de marzo de 1683) por el que admitía la misión bajo su protección (128) partieron los Observantes con el P. Trujillo y además el P. José de Illescas, capuchino castellano. En abril habían llegado a Cabo Verde, y a Cacheo, a mediados de mayo. Desde allí escribía el P. Trujillo (14 de junio de 1683) informando a la Congregación de todo, pidiéndole designase un nuevo Prefecto, pues su nombramiento ya terminaba, y que, en vista de las dificultades que encontraban los misioneros, sobre todo de parte de los calumniadores, concediese a aquellos facultad de excomulgarlos, pues era esa la única arma eficaz de que podrían disponer los misioneros (129). Mas bien pronto se vió que, como afirmaba el P. Trujillo en el segundo de sus memoriales (130), los portugueses no tenían «el ejercicio de misiones, ni la práctica ni aun la inclinación y mucho menos la vocación de Dios». Los Observantes, viendo los trabajos que allí se padecían, sin contar con el Prefecto, se volvieron casi todos a Lisboa; allá les siguió el P. Trujillo, acom– pañado del P. Angel de Madrid, que estaba muy enfermo. Cuando llegó, se encontró con una serie interminable de calumnias que los enemigos de la misión le habían levantado; respondió a ellas con otro memorial (131), y, no contento con eso, consiguió que el rey de Portugal diese público testimonio de que estaba satisfecho de su conducta (28 de febrero de 1685) (132). Con eso y sintiéndose ya muy enfermo, se retiró a la Provincia el P. Trujillo, siendo conventual en El Pardo el año 1687 (133). Los tres misioneros Capuchinos que quedaban en Guinea escribían en 20 (125) En Lisboa, durante los tres meses que allí estuvo, procuró sincerarse de todo, exponer lo que en ia misión pasaba y decir llanamente que la culpa de todo lo tenían los ministros y oficiales portugueses. (126) Cfr. esos memoriales infra, capítulos XVII y XVIII. (127) El P. Trujillo tuvo que resignarse a ello, puesto que, después de consultar a los Nuncios de España y Portugal, éstos le contestaron que prácticamente era la única solución. (Carta citada del P. Trujillo del 9 de febrero y otra fechada en Cacheo, 14 de junio de 1683, en APF, SR, v. 490, ff. 70, 173). (128) Cfr. infra capítulo XIX, nn. 15 y 16. (129) Carta citada del P. Trujillo, del 14 de junio de 1683. (130) Cfr. infra, cap. XVIII, n. 9. (131) Cfr. infra, cap. XX, n. 6. (132) Cfr. infra, cap. XX, n. 14. (133) Cfr. infra, cap. XX, n. 13.

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