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278 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA garon los otros gentiles a nuestro hospicio, trayendo consigo al difunto, y con grande ímpetu nos sacaron de la casa, arrastrándonos por las barbas y con em– pellones, amenazándonos juntamente con sus armas, queriendo obligarnos por fuerza a que le fuésemos a enterrar; y viendo nuestra resistencia, fueron y ellos mismos lo enterraron , queriéndonos echar por fuerza de la tierra; hicimos las debidas muestras de sentimiento por el desacato a nuestra madre la Iglesia, se– gún nos dictó la prudencia, manifestando el justo placer del que recibíamos por ello y por su divino esposo nuestro Padre Cristo; y después de algún tiem– po, habiendo dado palabra el rey de esta tierra de no meterse en estas cosas ni permitirle a los suyos, aunque se puede fiar poco de su palabra, como después se ha visto, y echar algunas públicas penitencias, tornamos a la iglesia; y ofre– ciéndose después otros casos, se ejecutó la ley sin tumulto ni embarazo. Ha– brá como cuatro días que, habiendo negado sepultura eclesiástica a una mu– jer que habiéndose bautizado a título de amancebada con un cristiano, y ha– biendo vivido en dicho estado ya entre los gentiles, sólo después de muerta quiso ver la iglesia y entrar en ella; se levantó otro tumulto, con recados del rey, que presumimos que de violencia con capa de súplica, no sabemos si de corazón o por temor de los suyos, lo que sucedió fué que junto con el recado vino la violencia, viendo no querer nosotros condescender; maltrataron a un religioso, enterraron al difunto en la iglesia los gentiles y tocaron las campanas, sin poder los cristianos defenderle por faltarles el poder; hemos desamparado del todo la iglesia y no tenemos esperanza de volver a ella hasta que el capi– tán mayor de Cacheo nos asegure de dichas invasiones, reprimiendo con algu· nos temores, o por el camino que mejor le pareciere, la osadía de estos bárba· ros, pues la palabra del rey no nos asegura, como vemos, y todo se queda en palabras, con que también ahora nos pretende satisfacer, y porque en la oca· sión pasada no sacó la cabeza dicho capitán mayor, presumimos sería o por ver ajustada la materia fiando de la palabra del rey o por no tener orden de V. R. M., que necesitaba para el sólido remedio. Por lo cual pongo en la consideración de V. R. M. el miserable estado de estas cosas, suplicándole humildemente se sirva de poner el remedio que le dictare su mucha cristiandad, mirando por el desamparo de estas pobres almas que claman debajo del yugo de esta gentili– dad a V. R. M. por la libertad cristiana, que sin su amparo no puedan conse– guir. El Señor conserve a V. R. M. con muchos años de vida y le comunique mucho de su amor. Bisao, junio 1 de 1686. A los pies de V. R. M. sus humil– des hijos, Fr. Francisco de La Mota, Fr. Angel de Fuentelapeña, Fr. Buena– ventura de Maluenda» (11). (11) Siguen a esta carta los testimonios del factor de la Compañía Real de Francia , La Ponte (2 de junio ), y de los vecinos de Bisao, que testifican cómo efectivamente ha– bía sucedido todo según exponían los religiosos. (AHU, Guiné, Papéis avulsos, cai– xa 2 (1681-1700).
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