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274 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA vista; el P. Fr. Juan de Sevilla cegó de un ojo y el otro aún le suele retentar con achaques de nube; a mí me sangraron cinco veces en el mar y doce en Cartagena, donde estuve a la muerte, de que salí bien, gracias a Nuestro Señor. En treinta y tres días llegamos a Cartagena, y los señores obispo y goberna– dor, con toda la ciudad, nos recibieron con todo agasajo; diéronnos una casa en que nos reparásemos. El señor Obispo hizo información con la gente de los navíos de las causas que nos obligaron a salir de Guinea y vió los despachos de Roma, con que quedó muy satisfecho; luego se hicieron de nuestra parte las diligencias para pasar a las Amazonas; supimos que es conquista de Por– tugal y tierra muy frecuentada de esta nación; por otra parte la navegación larguísima, con más de trescientas leguas que se pasan de despoblados; de Cartagena nunca sale embarcación para ir allá, y así, escarmentados de portu– gueses y persuadidos a que experimentaríamos allá la misma contradicción que en Guinea, nos pareció imposible la entrada en dichas tierras. »Mientras se miraba lo que se había de hacer, tuvimos nueva de que los indios de la provincia de Urabá, gente por conquistar, pedían religiosos días había y por entretenernos en alguna cosa del servicio de Nuestro Señor, mien– tras nos venía orden de Roma, nos ofrecimos a los señores obispo y goberna– dor, que se edificaron mucho, y, en virtud de sus poderes, nos enviaron a la conversión de dichos indios. Fueron los Padres que se hallaban muy fuertes y los indios los recibieron bien; levantaron luego una iglesia de palmas en que, con la advocación de N. P. San Francisco, se dijo en su día la primera misa. Volvió uno de los religiosos a Cartagena a dar cuenta de lo sucedido; alegróse mucho toda la ciudad con la venida de cuatro indios que trujo en su compa– ñía, viendo dado principio a lo que tantos años ha se deseaba; embarcámonos cuatro dentro de pocos días en un barco y habiendo padecido una gran borrasca que duró dieciséis horas, en que se rompió el timón y estuvimos para irnos a pique, tomamos puerto dentro de catorce días en Urabá y cuatro leguas de San Sebastián, donde se tomó la primera iglesia»... (9). (9) BN.-Ms. 3818, ff. 29-32. La carta continúa aun, refiriendo lo sucedido a los comienzos de la llamada misión de Urabá y cómo él, P. Francisco de Vallecas, en compañía de Fr. Andrés de Sevilla, volvió a España a dar cuenta de lo pasado a los Superiores.
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