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272 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA religiosos, diciendo que éramos espías y que íbamos a reducir los portugueses al servicio de nuestro rey, como lo habían hecho con más de quinientos los Padres que fueron al Congo. Con esto los cristianos excusaron el asistir a nuestras misas y recibir los sacramentos, y alguno no quiso rescatar con los navíos, aunque, temiendo a éstos el portugués a quien se le había cometido, no se atrevió a publicar dicha descomunión, pero se promulgó bastantemente y nosotros reconocimos con la experiencia sus efectos. El capitán mayor de Cacheo hizo los esfuerzos posibles para juntar una armadilla para tomar nuestros navíos; el Visitador fué a las costas a lo mismo, según colegimos de una carta que le cogimos y de unas vistas que tuvo con el capitán holandés, que va a rescatar a aquellos reinos. No tuvo efecto esta diligencia por no haber llegado un navío de veinticuatro piezas que por puntos aguardaba el holandés. Antes de eso se juntaron cuatro navíos holandeses y el uno de veinticuatro piezas y fueron cuarenta leguas a buscar a los nuestros y a seis leguas de distancia se advinieron ,los contrarios y se fueron sin hacer nada; que si llegaran, hicieran muy a su salvo la presa por estar la gente nuestra enferma. De otros muchos peligros nos libró nuestro Señor por su misericordia. »En el ínterin que en Gambia sucedía lo referido, los cuatro que asistíamos en Dencallor, Lambaya, Joala y en las tierras del Gran Jalofo, más seguros y quietos por estar más lejos de Cacheo, hacíamos las diligencias posibles para la conversión de aquellas gentes; hablamos a los reyes de Dencallor y Lam– baya; propusímosles la verdad del Santo Evangelio y la falsedad de la secta de Mahoma, cuyos profesores son todos los de aquellas costas, y después de varias réplicas mandaron callar a los intérpretes, sin el cual instrumento nos hallamos imposibilitados de hacer fruto; en lo demás nos hicieron buen pasaje, ofreciéndonos su tierra y mandando no se nos hiciese agravio; con que nos volvimos a los puertos donde asisten los blancos; a éstos, que eri dichos reinos serían quinientos, administramos por espacio de seis meses los santos sacramentos, bautizamos hasta cuatrocientos párvulos y adultos, los más hijos de cristianos; otros y muy pocos eran mahometanos de reinos extraños, porque a los naturales tiénelos el demonio cogidos en una trampa como suya y es que si un rey se convirtiese, dicen que le quitarían el reino, y si los vasallos sin licencia del rey, que no la dan, como yo lo experimenté con el de Lambaya, a quien se la pedimos, quedarían esclavospara ser vendidos a los moros de la Libia por caballos, siendo sus reyes tan tiranos que dan dieciséis hombres y veinte y treinta por un buen caballo, y cuando esto no hubiera, se apartarían luego de ellos los parientes, que es cosa muy sensible entre ellos. Lo que nos consolómucho fué la conversión de veinticinco hebreos blancos, cuya cabeza se defendió fuertemente cinco meses; al cabo reconoció la verdad, bautizóse y luego con él todos los suyos. »Cuando las cosas parece que se iban disponiendo de manera que tuviesen efecto nuestros deseos, ayudando a aquellos pobres cristianos y a los infieles extranjeros, ya que en los naturales no se hallaba camino para entrarles, y que no obstante tratábamos de aprender las lenguas para no necesitar de ,intér– pretes, y que el P. Fr. Serafín estaba en Dencallor para hablar aquel rey y yo para lo mismo en Joala, llegó el Visitador de Cabo Verde sin saber yo nada de lo sucedido en Gambia, y con el P. Fr . Manuel, de quien me dió una carta abierta en que me avisaba de su ida a Santiago y me mandaba estuviese al orden del P. Fr. Gaspar de Sevilla, a quien nombraba por presi-
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