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B) Carta del P. Francisco de Vallecas, misionero en Guinea, al P. Pro– vincial. «Js. Ma. Franco.-A la partida de España escribí a V. C. avisándole de los intentos con que salía y pidiéndole a V. C. su bendición. Ahora lo hago dándole a V. C. cuenta de lo sucedido. Con buen viento nos dimos a la vela en Sanlúcar y en diecisiete días dimos vista a Cabo Blanco, donde nos hallamos una noche en riesgos de perdernos por ir el navío viento en popa a embestir con la proa en unas peñas; fué nuestro Señor servido de que con tiempo se advirtiese el peligro y siendo nuestro vaso excelente de timón y vela, vino con tanto acierto que casi estuvo para rozarse con el escollo sin daño alguno. Apenas salimos de allí, cuando dimos en un parce! y con tres brazas de agua, temiendo a cada paso dar en seco; duró esto cosa de diez horas con no pequeños sustos, pero fué Dios nuestro Señor servido de librarnos. Dos días después recono– cimos a Porto de Alé, donde había dos harinas; echó la lancha nuestra gente y fueron ocho hombres a reconocerlas; prendiéronlos los negros persuadidos de los holandeses, cuya era una de las barcas, con ocasión de haberles tomado un barcón grande ciertos castellanos a los cuales dieron suficiente causa dichos holandeses. Concertóse el pleito con una perulera de vino y otra de aguar– diente. Algunos cristianos portugueses, sabiendo que veníamos con el navío, pidieron con grande instancia que saltásemos en tierra a confesarlos, porque había muchos años que no tenían ministros ni quien les administrase los Sacram~ntos. Desembarcámonos el P. Fr. Antonio de Jimena y otros dos religiosos y yo para lo dicho, y viendo que los negros mostraban ser de buena capacidad y apacibles y aquellas tierras de las señaladas en la misión, les pareció a los Padres que nos quedásemos allí el P. Fr. Serafín de León, el P. Fr. Diego de Guadalcanal, un religioso lego y yo; los demás Padres pasaron adelante a los ríos de Gambia y se dividieron por varios reinos. La tierra por extremo húmeda y caliente probó luego a todos los religiosos, sin escaparse del mismo trabajo la gente de mar; murieron cuatro de éstos; los demás con todos los misioneros, unos cobraron entera salud, otros no pudieron arribar. »El P. Fr. Manuel de Granada, con el P. Fr. José de Lisboa y Fr . Miguel de Granada, pasó a Cacheo a verse con el Vicario que tiene allí el obispo de Santiago de Cabo Verde, para dar cuenta de nuestra llegada a aquellas tierras, que son de la jurisdicción de dicho obispado, y exhibir las Letras apostólicas de la misión. En llegando a dicho puerto, fué grande la alteración de los por– tugueses; prendieron a los tres religiosos con pretexto de que eran espías; no los dejaron celebrar en muchos días que los tuvieron detenidos; remitié, ronlos a Cabo Verde, de donde dicen que los han enviado a Portugal. »El Visitador, que es un canónigo de Santiago, que por muerte del obispo puso en Cacheo la Sede vacante, fulminó una descomunión y la remitió a Gambia, mandando se publicase allí, en que prohibía el comercio entre los castellanos y portugueses y que éstos recibiesen sacramento alguno de los

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