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268 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA Y aunque es verdad que los reyes negros no resisten nuestra entrada, sino se alegran mucho y para bárbaros no se puede desear más, aunque ellos no tratan de convertirse ni los demás naturales, y esto al fin es obispado y tiene Pastor a quien es forzoso acudir y tomar su beneplácito y las facultades que tenemos así lo suponen, se tomó resolución del P. Vice-Prefecto Fr. Manuel de Gra– nada; aun no estando convalecido de la grave enfermedad que padeció en España, se ofreció como cabeza de la misión y tan verdadero misionario a tomar el mayor trabajo en compañía del P. Fr. José de Lisboa y el Hermano Fr. Miguel de Granada, a ir a Cacheo por este río, atravesando otro de Casa– mansa y lo demás por tierra, y llevando quien los guiase, para verse con el Vicario que asiste en dicho puerto de Cacheo, y en alguna embarcación de las que allí se ofrecen a menudo, pasar a Cabo Verde, que está a 80 leguas, a presentarse al Sr. Obispo y mostrarle los despachos de la Sacra Congregación para con esto asegurar la entrada y ministerios, pues a sólo él toca admitir o resistir y de esto segundo parece no puede haber recelo en Prelado y Pastor que carece de ministros, por cuya causa perecen tantas ovejas. »Partió el P. Vice-Prefecto en esta demanda a dos de enero con dichos compañeros y llevó también en su compañía al P. Fr. Antonio de Jimena y al P. Fr. Juan de Vergara y al P. Fr. Blas de Ardales y todos fueron en una lancha del navío y en dos días llegaron a este puerto de Sanguirigu donde los religiosos últimos se quedaron y los primeros prosiguieron por tierra, y por falta de embarcación para pasar el río de Casamansa y por el consuelo de los cris– tianos que hallaron en el camino, tardaron en llegar a Bichagor, que está muy cerca de Cacheo, hasta 19 del mismo mes, de donde me escribió había llegado con salud, y luego supo había llegado a Cacheo una fragata que vino de la dicha isla de Cabo Verde con nueva que el Sr. Obispo había muerto de edad de 120 años y la Sede vacante envió en esta fragata Vicario nuevo y Visitador, que son dos canónigos de aquella Santa Iglesia, y que el día siguiente se vería con ellos y excusaría si pudiese la ida de Cabo Verde. Hasta hoy no he tenido más aviso cuando ésta escribo, que es a 6 de febrero. »Llegamos a dicho puerto de Jelufer 4 religiosos y volviendo la nao, como está dicho, a la Barra, se quedaron el P. Fr. Luis de Priego, el P. Fr . Juan. de Sevilla continuando las confesiones, baptismos y doctrinas que ni presignarse sabían, y muchos cristianos acudieron de las aldeas circunvecinas, que jamás se habían confesado y hablan algo portugués, con que se dan a entender como mejor se puede; y el Hermano Fr. Andrés de Sevilla y yo fuimos en el navío con que se hizo repartimiento ajustado a la ocasión y necesidad; el navío se detuvo en dicho puerto de la Barra y en otro cercano a él que llaman el Combo, cuatro semanas, sin poderse despachar por la gran flema con que los reyes negocian, y yo confesé a los cristianos negros que hallé en ambos puertos y bapticé ocho muchachos con solemnidad el día de San Sebastián, y por la cortedad del tiempo y rudeza de algunos adultos y poca seguridad de perse– verancia, que luego se pervierten con las malas doctrinas de los beguerines moros, que hay muchos y son continuos en la enseñanza de sus falsedades y hechicerías, no me resolví a baptizarlos hasta mejor ocasión. »Estando en la Barra supe que los PP. Fr . Lui s y Fr. Juan, que asistían en Jelufer, habían enfermado juntos y pasaban su trabajo en casa de Nuño de Olivera, un portugués que ha más de 32 años que asiste en Guinea y hacía todo lo que podía en sus trabajos; envié luego por ellos y los llevé a la nao,

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