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250 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA un inmenso trabajo por el enfado que les causábamos a todos, que de tal suerte nos aborrecían ya que no quisieran vemos. Ayudábales no poco para este aborrecimiento la comunicación de los holandeses herejes que asistían en aquel reino por ocasión del comercio, que, cuando los negros estuvieran dis– puestos para abrazar nuestra santa fe católica, bastaran éstos para impedírselo con sus persuasiones, pues les afeaban todo cuanto les proponíamos, y no sólo es la desdicha de la asistencia de estos herejes en este reino, sino en todos los comarcanos, por hallarse dueños de aquella costa sin que haya quien pueda oponerse a su poder. »Con esta imposibilidad y con la que mirábamos para en adelante, aunque asistiéramos por muchos años en aquel reino, y con las noticias que habíamos dado a España y buenas esperanzas y juntamente a la Sacra Congregación, recelosos de que no enviasen más religiosos y el mal logro fuese mayor, entramos en consulta y, pareciéndonos estaba bastante justificada la causa de Dios y que nosotros bastantemente habíamos cumplido con la obligación que nos tocaba, habiendo experimentado por espacio de más de un año lo que aquello podía ser, aunque estuviésemos muchos, acordamos el volvemos a España, por ser este orden expreso de S. M., mandándonos que, si no éramos admitidos, nos volviésemos en el mismo navío, a cuyo capitán obligó que esperase dos meses en el puerto, aunque por su mal despacho estuvo más de cinco. Lo mismo quiso la Sacra Congregación, pues sus concesiones las limitó declarando que sólo las concedía para el reino de Arda, y así nos lo hizo notorio nuestro Rdo. Padre Prefecto Provincial de la Provincia de Castilla cuando de allí salimos, y juntamente por lograr la ocasión de un navío holandés que pasaba a las Indias, de cuyo capitán fiamos todo buen agasajo, como después lo experimentamos, por venir recomendada nuestra asistencia del general de la Mina. »Embarcóse el Viceprefecto con tres compañeros y a pocos días de na– vegación fué nuestro Señor servido de llevarse para .sí al Vice-Prefecto, por haberse embarcado muy enfermo. El P. Fr. Agustín de Villabáñez, el P. Fr. José de Nájera y el Hno. Fr. Cipriano de Madrid se resolvieron a pasar al reino del Popó, que confina con el de Arda, porque, aunque es verdad, como ya hemos dicho, que nuestros despachos y concesiones iban con limitación y el orden de nuestros Superiores, que, de no tener aquello efecto, nos volviésemos a España, no obstante se valieron de la presunta, pareciéndoles lo tendrían por bien, y así con santo celo pasaron a probar fortuna, fiados en la divina providencia y en la asistencia de su piedad, y nosotros proseguimos nuestro viaje a las Indias, donde, embarcándonos en un navío español, fué nuestro Señor servido llegásemos a España, a donde al presente nos hallamos en nuestra Provincia de Castilla» (6). (6) BN.-Ms. 6170, ff. 120-125. Esta relación, como ya dijimos anteriormente , es debida a los PP . Carlos de Los Hinojosos y Atanasia de Salamanca. En el Ms. de la misma BN. 18.717/30 , se conserva también esta relación con el siguiente título: «Propuesta al Señor Filipo cuarto por un negro enviado por el rey de Arda, suplicán– dole le enviase ministros de la Iglesia para que a él y a todos los de su reino los ins– truyesen en los misterios de nuestra santa fe católica».
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