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APÉNDICES 245 de nuestro católico monarca, tan llena de piedades como de su cristiano celo se puede presumir, y, habiéndosela leído y explicado por medio de un intér– prete, le dimos a entender cómo éramos enviados por el rey de España como ministros apostólicos y evangélicos para propagar la fe católica, enseñándoles el verdadero camino de su salvación y desterrando la ignorancia de sus errores, con que, ciegos, hasta allí bárbaramente habían vivido. Preguntámosle si era verdad el haber enviado aquel negro que estaba allí presente a España para que de su parte besase la mano al rey nuestro señor. Respondió que sí. Replicóse si era cierto haberle mandado pidiese sacerdotes que le bautizasen a él y a otros los de su reino, y que querían amistad del rey nuestro señor y la comunicación, trato y comercio con los españoles, a todo lo cual dijo que sí: que era propuesta suya cuanto el embajador había dicho·, y que nos había • llamado para que en su reino no hubiese truenos, relámpagos, rayos ni guerras : que contra todo eso le habían dicho tenían virtud los sacerdotes de los blancos, y también nos dijo lo agradecido que estaba al rey de España por el buen tratamiento que había hecho a su embajador y que nosotros podíamos· estar ciertos y seguros que en él experimentaríamos toda buena correspondencia y agasajo y que nos socorrería con lo necesario para el sustento, y que del buen modo y respeto de sus vasallos podíamos también estar ciertos ein recelar ningún daño ni desacato. Con lo que nos despedimos aquel día, volviéndonos a nuestro cuarto con la misma orden y disposición que habíamos entrado, cantando el Te Deum laudamus en hacimiento de gracias a Dios nuestro Señor, parecién– donos del agrado del rey y sus respuestas cogeríamos copioso fruto para el cielo con su asistencia por ser tan obedientes sus vasallos, que en todo se mueven al imperio de su voluntad. »El día siguiente nos envió a llamar, diciéndonos que llevásemos la cruz y el agua bendita. Juzgamos sería para que le bendijéramos la casa por habérselo dicho así el intérprete cristiano que tenía; entramos en su cuarto y, echándole agua bendita en la cabeza, se la destocó, levantándose del asiento en que estaba; entonces se llegó a nosotros el intérprete y nos dijo juzgaba el rey quedaba ya bautizado; este error e ignorancia le había facilitado el decir quería ser cristiano. Habíale dado noticia el intérprete cristiano de que el agua bendita era buena contra los demonios y pareciéndole que, recibiéndola, lo tenía todo; empero desengañámosle que no era así y que en primer lugar era necesario detestar los errores de las hechicerías, desterrar los ídolos y dejar las mujeres, quedándose sólo con una, y son tantas de las que usan estos bárbaros, que las del rey pasan de mil; propusímosle que era prohibido por la ley de Dios el estar casado más que con una mujer y que, fuera de esto, había de ser instruído en los misterios de nuestra santa fe católica, para lo cual era preciso algún tiempo. »Con estas noticias comenzó el rey a titubear; de donde inferimos que el haber dicho que quería ser cristiano se motivó del ejemplo de su intérprete cristiano, viendo que, siéndolo él, no le privaba de cosa alguna de lo que observan los demás del reino, lo podía ser como lo era el otro. No obstante respondió que sí, pero de tal manera y con tal risa, que se conocía ser de b11rla, según la chanza y trisca que ' tenía con los capitanes y grandes de su reino, que actualmente se hallaban presentes, por las cosas que le habíamos propuesto que habían de omitir. Díjonos que nos fuésemos, que otro día nos llamaría y hablaríamos más despacio y, despidiéndonos de él, nos retiramos a solas con

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