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INTRODUCCIÓN XXVII con otros nueve· compañeros, procedentes de Sevilla y en dos naves, con ánimo de dirigirse a Sierra Leona y demás ríos de Guinea para predicar el Evangelio, trayendo facultad del Papa para establecer allí misión: que el Visitador, encon– trándose a la sazón en Cacheo, había dado una inhibitoria prohibiéndoles celebrar y administrar sacramento alguno en las conquistas de S. M., ni que los moradores se lo consintiesen por ser venidos de reino enemigo sin expresa orden de S. M. : que de los tres que fueron a aquella isla, iba el Superior de todos, P. Manuel de Granada, a dar cuenta al rey, y que los otros dos irían en un patache. Sin embargo, hacen constar que «todo el tiempo que allí estu– vieron, procedieron siempre como verdaderos religiosos, con grande ejemplo de sus personas» (83). Todas esas cartas e informes fueron vistos en el Consejo Ultramarino, en la reunión del 30 de octubre; entonces también el Consejo exponía su parecer diciendo que el rey debía mandar al capitán mayor de Cacheo, Gamboa, que, por el modo más suave que pudiese, haga volver a estos religiosos capuchinos por vía de Cabo Verde «porque, como son castellanos, podrían ser de mucho perjuicio en toda aquella costa y ríos de Guinea, y que lo mismo se ordene al Gobernador de Cabo Verde». El rey de Portugal suscribió el 29 de noviembre lo acordado, diciendo: «Como parece» (84). Y ordenó se ejecutase así al capitán Gamboa y al gobernador de Cabo Verde con fecha 5 de diciem- (83) Carta del Cabildo de Santiago de Cabo Verde al rey (10 de agosto de 1647) (AHU, Pap. av., Cabo Verde, 1647, y Conselho Ultramarino, Cod . 14, Libro das Con– sultas Mixtas, ff. 94v.-95r .). Los cronistas franciscanos y otros de Portugal confirman en sus crónicas cuanto anteriormente hemos dicho en el texto. Así uno de ellos, el P. Francisco Acevedo, quien al parecer estuvo de misionero también en Guinea, consigna en su escrito que el año 1647 habían llegado doce Capuchinos corno misioneros de las costas de Guinea, y que al ir a prestar su obediencia al Ordinario de Cacheo, el capitán Gamboa, «ene– migo capital del nombre castellano», los recibió tan mal, que hizo que el Visitador, el Arcediano Diego Furtado de Mendorn;a, no les permitiese decir misa ni predicar, lo cual sintieron grandemente, sobre todo el no poder decir misa, teniéndolos asimismo corno presos, sin permitirles comunicarse con nadie, sufriéndolo ellos con gran pa– ciencia, y que luego se embarcaron rumbo a Lisboa. Añade que eran religiosos muy devotos, y que el capitán del barco, Felipe Gornes, tenía al P. Manuel de Granada por Santo : que él mismo le había referido un milagro que obró cuando iban camino de Lisboa, pues, estando cerca un barco turco y creyendo todos iban a caer prisioneros, él se puso en oración delante de un Crucifijo que traía y luego subió a cubierta con cara sonriente diciéndoles que no temiesen, que no serían prisioneros, corno así sucedió. Los marineros al verlo decían era un milagro obrado por sus oraciones, pero que él contestaba: «A mi no, a Dios» (FRANCISCO DE ACEVEDO, o. F. M., Descrip,9ad da Costa de Guiné desde Cabo Verde até á Sierra Leona com todas as Ilhas e Ríos, BN. de Li sboa, Ms. 307 de FG, ff. 106v-107. Esta crónica, conservada manuscrita, se escribió el 8 de septiernbri;: de 1669. Lo mismo y casi con idénticas palabras refiere otro cronista, el capitán FRANCISCO DE LEMOS,en su obra Descrif)fad da costa de Guiné e situa9ad de todos os portos e rios della, e roteyro para se poderem navegar todos seus ríos, crónica escrita en 1684 y conservada asimismo en la BN. de Lisboa, Ms, 454, de FG, f. 52r. (84) AHU, Conselho Ultramarino, Cod. 14, Livro das Consultas Mixtas, ff. 94v.-95r.

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