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230 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA varíos, diciendo que, llegando al pueblo a donde se encaminaban, morirían los Padres. Oyendo esto nuestro Fr. Angel, viéndoles obstinados a tanta copia de luz, que por medio de lo ejecutado reverberaba en ellos, arrojó la calabaza, y se hizo pedazos, diciéndoles: «Andad, andad, bárbaros, poseídos del diablo, que ni moriremos aquí ni allá». Prosiguieron su camino y llegaron a Goto, y, cum– pliendo con la orden que traían, les pusieron a los dos apostólicos varones en la cárcel, llamada del turco, para que padecieran más y más, y así aumentaron fos méritos y después en el Cielo la corona inamisible de la gloria. 171.-Dejemos a estos dos Padres encarcelados en Goto y tratemos ahora de sus compañeros que quedaron en la ciudad de Benín y casi presos con guar– das de vista, como ya dijimos. Semejante traición usaron con ellos los insolentes veedores como con los dos primeros. Intentaron quitarles los ornamentos sa– grados y demás cosas que tenían allí en el hospicio para la Misión; pero no pudieron, pues con el auxilio de Dios reservaron lo más principal, y, sacándoles de la ciudad, caminaron y llegaron también a Goto. No les pusieron en cárcel, mas siempre estaban cercados de bárbaros, que ansiaban por coger todo lo que los Padres tenían. Así estuvieron tres meses en la cárcel, y los demás fuera de ella, padeciendo imponderables trabajos de hambre, de sed, de calor y otras molestias, medios con los cuales aquellas perversas gentes querían acabarles la vida. No lo consiguieron porque nuestro Señor se la conservaba para los fines de su adorable providencia. Y así dispuso del medio para que los Religiosos encarcelados salieran de la cárcel y los demás de la opresión penosa en que estaban. Así sucedió no sin superior y divina disposición, como veremos en el siguiente párrafo. 172.-Bien sabido es que, como dijo el Profeta Zacarías, muchas veces nos viene el favor y felicidad por mano de los que son nuestros enemigos, de los cuales se vale nuestro Señor y se ha valido, como pudiéramos referir muchos de estos ejemplares tanto de divinas como de humanas letras. Esto se vió en Goto bien patente practicado con nuestros Misioneros. Es innegable que los herejes, por lo ordinario, son avaros y acérrimos y declarados contrarios de los Misioneros apostólicos. Pero Dios dispuso que dos de ellos fueran el medio y por cuya mano vino el socorro y el remedio de tantas penalidades cuales pade– cían nuestro Fr. Angel y sus compañeros en Goto. Fué el caso que, llegando allí dos protestantes, el uno inglés y el otro holandés, que tenían residencia y habitación en un pueblo llamado Arbo, y viendo cuán oprimidos estaban nues– tros Religiosos, compadeciéndose mucho de ellos, trataron de sacar de la cárcel a los que allí estaban padeciendo y después hacer a todos la más oportuna mi– sericordia. Así lograron la libertad para los presos; y aunque aquellos bárbaros intentaron y pidieron que se les pagase el carcelaje y gasto que habían hecho, esperando que así los Padres les darían los cálices y ornamentos de la Misión, tras de los cuales se les iban los ojos, no lo consiguieron, porque los dos he– rejes se ofrecieron a pagarlo todo, como lo ejecutaron. 173.-Pero no paró sólo en esto la benignidad y conmiseración de los dos favorecedores; se extendieron a mucho más, cual fué llevarse consigo a todos los Padres Misioneros a su lugar de Arbo, en donde continuaron por espacio de más de cinco meses, hospedados en las casas de los dos herejes, asistiéndoles éstos con cuanto necesitaron los Padres, quienes no cesaban de dar gracias a Dios y a sus dos grandes bienhechores. Así perseveraron esperando siempre ha– llar medio y país de infieles en donde ejercitar su apostólico ministerio, que

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