BCCCAP00000000000000000000226
APÉNDICES 227 vida por el Redentor del mundo·, que dió la suya por nosotros. Yo principal– mente estoy obligado a esto por mi oficio, y así resuelvo salir mañana a des– engañar a estas gentes alucinadas por los demonios. Vosotros os quedaréis aquí encomendándome a nuestro Señor y esperaréis la resulta de esta empresa». Al oír los Padres Misioneros la propuesta de su Prefecto, les acaloró tanto e infla– mó sus corazones en vivas ansias de acompañarle, que todos quisieron seguirle. Pero, juzgando no era conveniente, le dijeron que nombrase un Viceprefecto, por si Dios permitía que acabase su vida en el premeditado lance. Tocó la suerte de acompañar al P. Prefecto al P. Fr. Felipe de Híjar; y preparándose en la si– guiente mañana con los santos sacramentos de la Penitencia y Comunión, y con larga y ferviente oración, tomando los Crucifijos y muy confiados en el Señor los dos esforzados y evangélicos adalides Fr. Angel y Fr. Felipe, despi– diéndose de los demás, se partieron hacia palacio, sin que nadie se lo impidiese por entonces, pues los guardas de vista que tenían también acudieron al festín. 167.-Cuando iban los Padres, aunqu~ varias gentes de todas clases daban con ellos, nínguno les dijo palabra alguna. A no ir los Misioneros puesta su mente en Dios y con la santa idea de impedir las execrables ofensas que en la fiesta se habían de cometer contra Dios, sin duda se hubieran divertido mucho por las calles, por la muchedumbre de personas variamente vestidas que mira– ban. Los que eran nobles iban acompañados de músicos y disfraces. Unos iban a pie y otros a caballo; y, así que llegaban, se iban acomodando de puesto en los patios de palacio para ver la función. Llegaron también nuestro, Fr. Angel y Fr. Felipe, y sin contradicción fueron pasando de patio en patio hasta llegar al último, en donde estaba el rey, acompañado de la gente más lucida, mirando y divertiéndose con los bailes, con las músicas y disfraces que los nobles eje– cutaban. Así entretenidos, no pudieron advertir que también los dos Padres su– bían por unas gradas a lo más alto del teatro. Los que, puestos en un sitio aco– modado para ser vistos y oídos de todos los concurrentes, sacaron unos papeles en los cuales estaban escritas en lengua del país algunas palabras, que les dic– taron antes algunos de aquellas gentes, obligados a hacerlo por cosillas que los Padres les regalaron. Las palabras eran éstas, en español: «Rey del Benín, y todos los que aquí estáis, mirad que ofendéis gravísimamente a Dios con estos sacrificios que ofrecéis al demonio. Mirad que os condenáis para siempre en el infierno si no recibís la fe de Jesucristo, que os venimos a predicar». Levan– taron, pues, la voz y las leyeron. Al oírlas. el referido veedor viejo, convertido en saña y furor, mandó a los Padres que sin detención dejaran el puesto y se fuesen de palacio. Le suplicaron que les permitiese ver desde aquel sitio la fiesta, pues era común para todos. No hubo forma. de permitírseles, antes, vien– do que se detenían, dando bramidos como una fiera, cogió del hábito de nuestro Fr. Angel, y con todo furor le bajó hasta el patio para echarle de palacio; lo mismo hicieron otros bárbaros con Fr. Felipe. Hicieron los dos ademán de ace– lerar el paso, para que el veedor entendiera que desistían de su intento y se iban; pero, entrándose los dos entre la gente y a vista del rey, volviéronle a leer los papeles a voz en grito. No pudieron repetirlo, porque, cargando mucha gente como una manada de furiosos lobos entre las dos ovejas de nuestro Señor, les taparon las bocas y les sacaron arrastrando hasta la calle, dándoles muchos golpes, puntillazos y puñadas, bien que los atletas esclarecidos, mientras pu– dieron, no desistieron de gritar, pronunciando las mismas palabras de los pa– peles. Puestos en la calle ya libres, intentaron entrar en palacio para continuar
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz