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APÉNDICES 225 dad; y mientras su arribo, fué preparando los ánimos de todos aquellos que veía eran más allegados al rey para ganarles la voluntad, y lograr por su me– dio otras audiencias. Consiguió segunda, y, después de una larga sesión, regaló al rey varias cosas de Europa, que agradeció much9 y se explicó con más de– mostraciones de afecto que en la primera audiencia, asegurando a Fr. Angel del gran gusto que tenía de que los Padres estuviesen en su corte, que pondría todo su esmero para que se hiciese la causa de Dios, y les señaló sitio en el cual se fabricasen iglesia y hospicio para morada de todos los Misioneros. Esta tan favorable respuesta del rey y sus disposiciones, y el advertir que tanto la reina madre, qué estaba presente, como varios príncipes se manifestaban gustosos y adherían a la pretensión, causaron en nuestro Fr. Angel mayores esperanzas de felices progresos. A esto débese añadir que después envió el rey para los Padres varias cosas de comida, aunque de poca sustancia. Igualmente les regaló la reina madre, en la que reconocieron más benignidad, humanidad e inclina– ción a abrazar la santa fe cristiana que en el rey y en los demás príncipes. Por tanto, nuestro Prefecto fué agasajando a todos, regalándoles algunos donecillos, que ellos apreciaban mucho. Todo lo referido llenaba de júbilo y gozo el co– razón de Fr. Angel, prometiéndose los mayores adelantamientos y abundantí– simos frutos, que habían de ver y coger en aquellas gentes con la predicación del santo Evangelio. Así hubiera sucedido, pero no fué así; porque, temeroso el ,infierno de perder la presa de tan sinnúmero de almas, que tenía sujetas a su ,durísimo yugo, aherrojadas con las crueles cadenas de sus abominables vicios y pecados, si llegaban a oír las cristianas instrucciones que les administrarían los Misioneros; después que los que estaban ausentes llegaron a la ciudad por orden del Prefecto, soltó todas sus astucias y furias infernales para exter– minar la Misión de aquel reino. Para esto encendió volcanes de una rabiosa en– vidia en los corazones de los veedores, sugeriéndoles que, si dejaban que los Padres hablaran con el Rey, con especialidad nuestro Fr. Angel, ganarían su voluntad, se levantarían con su real privanza y así ellc,s serían depuestos del valimiento que tenían y privados de sus empleos. Tanto se apoderó la envidia de sus ánimos que, por evitar lo que se les había figurado, tomaron por su cuenta y con toda eficacia divertir al rey de sus ya dichos intentos favorables a los Padres y apartar de su real presencia y comunicación al Prefecto; de suerte que, aunque varias veces solicitó entrar a hablar al rey, jamás se lo per– mitieron. 165.-Un medio se proporcionó a nuestro Fr. Angel para lograr esto. En– tre las cosas: que había regalado al rey fué un reloj de campana, que le dió una persona de Madrid, cuando estuvo a diligenciar el despacho para embarcarse los Padres Misioneros. Cuando el rey oía que el reloj tocaba horas, juzgaba no ser esto cosa artificial ni natural, sino un grande milagro. Pero como se le acabó la cuerda y se parase su curso, le envió a Fr. Angel para que lo compusiera. Juzgó ser esta ocasión la más oportuna para hablar al rey; y así respondió a los mensajeros que lo haría con mucho gusto, mas que había de ser en pre– sencia del mismo rey, de sus sirvientes, y de este modo aprenderían a gobernar bien el reloj. Volviéronse con la respuesta y con el reloj ; y, conociendo los astutos veedores que esto era ardid de Fr. Angel para lograr hablar con el rey, le devolvieron el reloj para evitar esta ocasión. Uno de estos veedores era un viejo, grande· hechicero, que todo lo consultaba con el demonio y tenía tanta privanza con el rey que éste en todo le estaba sujeto, sin que determinase cosa

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