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APÉNDICES 223 aquel pueblo, y así hizo lo que pidieron, bautizando a todos los párvulos, que le presentaron sus propios padres. 161.-Despidiéronse los Padres Misioneros de aquellas gentes no sin mu– chas lágrimas y sentimiento universal de todos por su ausencia; y, embarcán– dose, navegaron hacia otro pueblo, llamado Sabá, que era de los holandeses, en donde tenían una buena guarnición de soldados y su gobernador. El motivo de llegar a este pueblo fué para proveerse de un barco largo, y con él navegar por el río Fermoso, que era un brazo del río Benín. Este fué el fin, disponién– dolo así nuestro Señor para que nuestro Fr. Angel empezase a sufrir cárceles, ignominias y otras penalidades, y así imitar a su amado Salvador Jesús, que también las sufrió para salvar a todo el linaje humano. Poseídos de la avari– cia el gobernador y los suyos, todos herejes protervos, quisieron quitar a los Padres los sagrados ornamentos y cuanto llevaban para el avío de la Misión. Para lograrlo se valieron del medio de prender con dolo y astucia al Prefecto Fr. Angel y su compañero el P. Fr. Tomás Gregorio, y los llevaron presos y les encerraron en una pieza del castillo de la Mina, que ya dejamos dicho; tomando para esto el gobernador el pretexto que los españoles comerciaban por aquellos mares, lo que no podían hacer sin su licencia. Pero el Dios de las venganzas castigó su atrevimiento y codicia, permitiendo que, ofendidos los del navío en que navegaban los Misioneros, le tomaron un barco llamado patache cargado de varios géneros de mucho precio que se les vino a las manos, y marcharon con él porque no quiso soltar a los dos Padres que tenía presos. Los otros Padres compañeros pudieron librarse con huir, bien que nuestro Fr. Angel con disimulo entregó a uno de ellos la cartera en que llevaba todos los papeles y cartas del Papa y Sagrada Congregación para la Misión y para el rey de Benín; y, hallando en la embocadura de un río el navío, que les esperaba, se hicieron a la vela y llegaron al puerto de Goto, que distaba de la ciudad de Benín solas diez leguas. Tomaron un barco el P. Fr. José de Jijona y otro de sus compa– ñeros y partieron a dicha ciudad para explorar los ánimos de aquellos gentiles, ver y dar noticia al rey del arribo de la Misión. No lo consiguieron, porque, saliéndoles al encuentro los primeros ministros del rey, les dijeron con fingi– miento y engaño que por entonces no podían verle ni hablarle, y que, si le traían algunas cartas, que se las dieran y ellos las entregarían y dispondrían la audiencia que solicitaban. Convinieron en esto los dos Padres, les entregaron las cartas y volviéronse a donde estaban los compañeros a esperar el aviso de los ministros del rey, como ellos les habían prometido. 162.-Dejemos por ahora a estos Padres y vamos a tratar de los dos que estaban presos en el castillo de la Mina, y les veremos angustiados con nuevas tribulaciones y trabajos, porque antes de entrar en el castillo se hallaba nuestro Fr. Angel enfermo, y en la cárcel se le agravó mucho la enfermedad, de suerte que fué preciso que el compañero le administrase los Sacramentos de Penitencia, Viático y Extremaunción. Para administrarle los dos últimos, diciendo Misa en la cárcel, se aprovechó de la ocasión de que antes de entrar en ella recogió cautelosamente lo necesario para celebrar la santa Misa y una redomita con el santo Oleo. Aunque duró la prisión por espacio de cuarenta días, padeciendo los siervos del Señor indecibles incomodidades, hasta la de no tener casi por donde respirar sino una pequeña claraboya, quiso la divina Majestad se mejo– rase nuestro Fr. Angel, conservándole la vida para después sufrir más trabajos por su amor y el de sus prójimos. El mismo gobernador .que les puso presos,
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