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APÉNDICES 221 y furioso contagio y en el presente lo experimentaba el reino de Murcia, en cuya capital tiene convento la Provincia, y ya se contaban muertos setenta y cuatro religiosos de ella, la mayor parte sirviendo a los apestados de entrambos reinos, y por esto quedaban pocos Religiosos en la Provincia. El primer reli– gioso nombrado por la Sagrada Congregación, compañero de nuestro Fr. Angel, era el P. Fr. Andrés de Concentaina, el cual, siendo Guardián del convento de Murcia, había muerto en el presente año con todos los Religiosos de su Comu– nidad menos uno o dos. Que de los otros cuatro hijos de la Provincia destina– dos para dicha Misión, tres de ellos eran útiles y aun muy necesarios y estaban actualmente empleados en el gobierno de los Conventos; el P. Fr. Nicolás de San Mateo, Guardián de Alcira; el P. José de Jijona, Guardián de Castellón de la Plana, y el P. Fr. Agustín de Cabanes era Maestro de Novicios; por tanto, no era fácil hallar quién sustituyese por ellos, atendida la gran falta de Reli– giosos causada por el contagio. 157.-A más de estos dichos motivos se les ofrecieron otros a los RR. PP., cuales fueron: que el Decreto de la Sagrada Congregación, aunque le venera– ban como era debido, no estaba según el estilo ordinario, de que, cuando da alguno para Misiones, lo dirige al Provincial y Definidores de la Provincia. Que no lo daba absolutamente a la nuestra, sino juntamente a la de Aragón, y así se hacía necesario consultar con ésta; y haberse de proponer a todo el Capítulo de la nuestra, cuando esté citado y congregado, para determinarse el asunto. Que el P. Fr. Angel venía sin carta particular de la Sagrada Congregación para la Provincia, según costumbre; ni tampoco del Rmo. P. Procurador General de la Religión, si bien el P. Fr. Angel afirmaba que este Rmo. había escrito a la Provincia sobre este particular. Por último, que, estando ya próximo el Rmo. P. General a entrar en la Provincia de visita y a celebrar Capítulo en ella, era justo dar ~l Rmo. P. General esta noticia y razón de todo, para que con su autoridad, consejo y orden se acertase en la ejecución de este asnnto bastante– mente arduo. Estos fueron los motivos que tuvo la R. Definición para no con– descender <lesdeluego a la propuesta de nuestro Fr. Angel, sino diferir el po– nerla en práctica más adelante, juzgando que con esta breve .dilación no se le impedía a Fr. Angel el diligenciar lo preciso para el avío de la Misión y de su embarco, pues debía el mismo pasar a Madrid a solicitar el Real Despacho de nuestro Católico Monarca D. Felipe Cuarto. Y, siendo preciso para todo esto algún tiempo, dentro de él se podrían allanar las insinuadas dificultades, podrían ir los cuatro Religiosos nombrados, ponerse en camino y llegar antes que el mismo Fr. Angel a Cádiz o a donde se hubiesen de embarcar, según el Despa– cho Real. Toda esta respuesta, no en resumen, como la hemos escrito, sino for– malmente escrita, sellada con el sello de la Provincia y firmada por el M. R. P. Provincial y RR. PP. Difinidores, se dió a Fr. Angel con fecha de veinte y ocho de Octubre del año mil seiscientos cuarenta y ocho. Mas con todo, convinie– ron los RR. PP. que, habiéndoles pedido nuestro Fr. Angel después de la dicha resolución que se hacía preciso pasase a Cádiz uno de los cuatro Religiosos nombrados para la Misión, a diligenciar lo que se necesita para el embarco, acordaron unánimes que se ejecutase, y así fué elegido de los cuatro el P. Fr. Pa– blo de Biar, Sacerdote, y se le dió la obediencia para el viaje, firmada y sellada en dicho día, mes y año. 159.-Bastantísimo tiempo se difirió el dar nuestro Fr. Angel principio a su viaje, consistiendo esta tardanza en haber querido los RR. PP. Provincial y
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