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MISIONES DE LA ZINGA, BENÍN, ARDA, GUINEA Y SIERRA LEONA 213 Ejecutóse así y aquella tarde le tocó predicar el sermón de la muerte, a que me hallé presente con otros religiosos de mi hábito. Ponderó con soberana energía lo que importa vivir bien para asegurar una buena muerte; después concluyó el sermón significando la actividad del fuego eterno que abrasa y abrasará para siempre a los infelices condenados. Pero para dar mayor viveza a las razones, se valió, como se ha en tales ocasiones, de instrumentos repre– sentativos del mismo asunto que predicaba; entre ellos tomó un hacha grande encendida y, poniendo sobre su llama la mano por espacio de casi media hora sin apartarla del fuego, fué ponderando con altísimo espíritu los tormentos eternos que padecen los condenados y los que padecerán los que murieran en pecado mortal. 13.-Fué rara la conmoción que ocasionó esta acción, no sólo en los pre– sentes, sino en toda la ciudad. Entonces acabaron de convencerse los sujetos más obstinados en sus vicios, y todos a voz en grito se pedían perdón y a Dios misericordia, arrancándose unos los cabellos y otros hiriéndose los rostros con golpes y bofetadas. Aturdióse todo el auditorio pensando y cori razón que tendría el siervo de Dios hecha ceniza la mano después de tan largo espacio; pero, ¡ oh Dios grande y fiel, honrador de tus siervos!, no le quedó la menor lesión o dolor, y, según él mismo me confesó, pudiera haber perseverado muchas horas según la influencia que sentía. El autor de esta maravilla fué Cristo bien nuestro, el cual, saliendo del Sagrario adonde se guarda sacramen– tado, y en forma de un niño hermoso, se fué derecho al púlpito y con amoroso ademán se sentó en su brazo e inclinó la cabeza hacia su pecho, interponiendo su sagrada mano entre la llama del hacha y la de su siervo. 14.-De esta suerte estuvo el bendito niño todo el tiempo que duró aquella tan fervorosa ponderación y, en acabándose,, volvió en la misma forma lleno de luces y resplandores al Sagrario, participando de tan singular favor algunos de los circunstantes, unos con más y otros con menos claridad, pero sobre todos el más favorecido y regalado fué el siervo de Dios. El día siguiente acudieron diferentes personas seculares y eclesiásticas al convento y entre ellas un religioso docto y siervo de Dios de la Compañía de Jesús, muy amigo del P. Fr. Angel, el cual, para gloria de su Majestar divina y consuelo espiritual nuestro, mandó llamar al Guardián y a dos religiosos, de los cuales fuí el uno, y con todo secreto nos refirió el suceso, según lo había sabido inmediatamente de personas de virtud muy conocida a quienes confesaba, habiendo hecho en el examen tan rigurosa diligencia y con tales circunstancias, que no se podía dudar del caso. · 15.-Del mismo suceso y de otros bien raros acaecidos al bendito varón tuvimos bastantes noticias, y, si no expresamente, a lo menos con algún rebozo, lo vine a saber de su boca, valiéndome de la confianza de amigo y del título

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