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MISIONES DE LA ZINGA, BENÍN, ARDA, GUINEA Y SIERRA LEONA 211 que no se puede negar y materia poco reparada de muchos obreros evangé– licos; pero cuando no hubiese otra razón para dedicarse a cultivar tales pueblos más que el ejemplo de Cristo Señor nuestro, era bastante; el cual, como consta del Evangelio, lo hizo así y por San Marcos nos dejó dicho: Eamus in proximos vicos et civitates ut ibi praedicem, cul hoc enim veni (163). Por estos motivos tan piadosos y haber reconocido se le lograba mejor su trabajo en semejantes auditorios y que la gente de ellos oía con más afecto y sinceridad la doctrina que los que se precian de muy ladinos y ciudadanos, se aplicaba siempre que hallaba ocasión a predicarles a los vecinos de tales poblaciones y, en habiéndolos confesado generalmente a todos, los instruía en la doctrina y buenas costumbres; encargábales en particular la devoción con la pasión y muerte de Cristo Redentor nuestro y con la Reina de los ángeles, su Madre, de quien fué sumamente devoto. 7.-Llegó el año de 1676 y, hallándose en Salamanca, se le ordenó publicase en esta insigne ciudad la misión; hízolo y con tal fruto y aprovechamiento de las almas, que habrá perpetua memoria del caso. Predicó por espacio de quince días en la parroquia de San Martín y, reiterando los pasos que dió en ella cien años antes nuestro V. Fr. Alonso Lobo, tan celebrado en Europa por su virtud y predicaciónapostólica,reformó las costumbres y abusos de la gente y, después de una gran labor en arrancar los vicios y desórdenes, se aplicó todo a plantarla de flores de virtudes que la hermoseasen. Instituyó primeramente el que se rezase por las tardes en las parroquias el Rosario de nuestra Señora. También renovó la devoción, casi olvidada, con la pasión y muerte de Cristo Señor nuestro; para este fin, antes de concluir la ·misión, puso el Viacrucis que comienza desde la puerta de Zamora y llega hasta el humilladero contiguo a nuestro convento. 8.-Sobre todo, lo más célebre y plausible que instituyó en · esta ciudad fué la Congregación de la Escuela de Cristo, cosa que jamás se había visto en ella, aunque la habían deseado muchos. Trabajó el santo religioso grande– mente hasta ponerla en toda forma; ensayó a los primeros discípulos de ella dos veces en la iglesia de nuestro convento; después, por no ser de nuestro Instituto el tener tales congregacionesen nuestras casas, se puso en el convento de los Padres Agustinos Recoletos, adonde persevera con sumo crédito y aumento, siendo frecuentada no sólo de la nobleza, sino aun de las personas más ocupadas de la Universidad, como son: colegiales mayores, Maestros y Catedráticos: que no era razón faltase en la que es emporio de las ciencias (163) MARC ., 1, 38.
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