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XXII MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA Los otros tres misioneros, en vez de embarcarse para América, dirigieron sus pasos al reino de Popó, lindante con Arda, pero tampoco allí tuvieron aco– gida favorable, por lo que, embarcándose asimismo en un navío holandés, navegaron en dirección a América, adonde llegaron después de once meses de calamitosa embarcación (63). Así terminó esta misión de Arda, en la que no existieron los obstáculos que surgieron, por ejemplo, en Guinea y Sierra Leona, de parte de los comer– ciantes portugueses; pero en cambio toparon con otros de más difícil venci– miento, o sea las depravadas costumbres de sus habitantes; y sobre todo fué el mismo rey el que se opuso, negándose a instruirse y bautizarse, no permitién– dolo tampoco, a sus súbditos. A pesar del fracaso de esta misión, nos ha quedado de ella un monumento literario de extraordinario valor por tratarse quizás del documento más antiguo que se conoce de la lengua arda: un Catecismo de la doctrina cristiana en esa lengua y en castellano. Han sido precisamente dos escritores franceses sobrada– mente conocidos y eminentes en materias filológicas, H. Labouret y P. Rivet, los que han hecho resaltar el valor y la importancia de dicho Catecismo. Para ello han hecho un estudio detallado de él, publicando una edición similar y reproduciéndolo además fotográficamente (64). Dado su reducido volumen, de solos 26 folios, no contenía sino lo más imprescindible para que los neófitos aprendiesen los primeros rudimentos de la fe; pero sus autores tuvieron el cuidado de disponerlo de tal manera que pudiera servir al propio tiempo de vocabulario para el castellano y el ardo. Ese Catecismo, impreso, como ya dijimos, antes de embarcarse los reli– giosos, es prueba fehaciente del interés que se tomaban los misioneros en el aprendizaje de la lengua, como medio importantísimo y necesario para la conversión de las almas. En su composición por otra parte intervino muy principalmente uno de los misioneros, el P. José de Nájera, que poseía para las lenguas cualidades excepcionales (65). Capuchinos que habían quedado vivos, se habían marchado de Arda, después de haber experimentado que lo que deseaba el rey de allí no era otra cosa sino el interés de introducir, bajo el pretexto de la misión, el comercio con España. Esta carta del Nuncio fué presentada en la sesión del 17 de julio de 1662 con la decisión de «reponatur». (63) Cfr. Relación de lo que sucedió a los Padres misionems del reino de Arda, ya citada , y en mi artículo en Missionalia Hispanica, 531 ss. (64) Cfr. la nota 47, mi artículo en Missionalia Hispanica, ya citado, donde se hace la descripción del Catecismo, y mi estudio Trabajos lingiiísticos de los Misioneros Capuchinos españoles, en España Misionera, 3 (1946), 235-249. (65) Es justam ente el mismo P . NÁJERA,o. c., Al lector, f . lOr., quien testifica que había trabajado, int erpr etado y reducido a forma inteli gible «la lengua de los negros de Arda, en Madrid, antes de partirnos y dado a la imprenta lo que pertenecía al Catecismo y Doctrina cristiana».
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