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174 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA que vayan al menos doce religiosos y que cada dos años se envíen cuatro o más si los pidieren, que esto se ha de medir con el fruto que se fuere haciendo. 8.- »No dudo, Señor, que sería acertado el que dichos misioneros fuesen nativos de esta corona, pues tocan a ella estas conquistas: que, como ya tengo manifestado a V. A., no busco más que el remedio de aquellas almas y por eso abrazo cualquier medio que conduzca a ese fin, si bien, por cumplir legal– mente el orden de V. A. en este informe, diré los reparos que se me ofrecen por una y otra parte. En cuanto a que convenía fuesen los misioneros nativos de este reino, es cierto y esto se prueba. Lo primero por la suma necesidad que tiene V. A. de misioneros propios para tantas conquistas y haber abun– dancia de religiosos en su reino. Lo segundo porque, criándose en este santo ejercicio, serviría de ejemplar a otros para dedicarse a él; y aún soy de sentir debiera V. A. poner, desde luego, todo el esfuerzo posible a dar principio a materia tan importante a su reino y descargo de su conciencia. Y habiendo de intentar este medio, conviene elegir una de dos cosas: o que vayan desde luego todos del reino, que mi buen deseo les comunicará las saludables instruc– ciones que me ha enseñado la experiencia para ello, o que vaya la mitad de vasallos de V. A. y la otra mitad de mis compañeros y Provincia, pues de esta suerte, yendo continuando otros de este reino en adelante, los que fueren de nuevo hallarán instrucción experimental en sus naturales para poder sub– sistir por sí mismos; pero si bien este medio parece razonable, con todo eso descubro en su ejecución los inconvenientes que V. A. reconocerá fácil– mente (145). (145) Según escribe el mismo P. Trujillo, después de muchas consultas, idas y venid as en Lisboa, se consiguió el permiso para establecerse en Cacheo y Cabo Ver– de, pero con la condición de que los otros compañeros que debía llevar y escoger, fuesen portugu eses y que de ello no se diese noticia ni al Papa ni a la Con gregación . Añadía que, no encontrando otro medio para salvar tantas almas, lo había aceptado, ya que además le habían prometido lo necesario para el sustento cotidiano y otras cosas precisas. Finalmente, decía que esa solución de que fuesen parte de los misio– neros castellanos o españoles, capuchinos en este caso, y parte portugueses, o fran– ciscanos observante s reformados, solución dada asimismo por el r ey, fué aconsejada por los Nun cios de España y Portug al, quienes habían sido consult ados por el P. Tru– jillo, y ellos le contestaron que prácticamente era la única solución. El citado reli gioso era de parecer que convenía conservar también la misión de Sierra Leona , tanto más cuanto qu e Portu gal se había comprometido a dar ayuda económica (Carta del P. Tru– jillo ya citada, de 9 de febrero de 1683). L a Congr egación de Propaganda, al ocuparse del contenido de la citada carta en la sesión del 5 de abril de 1683, decía que el Nuncio de Portugal había escrito tam– bién mandando los mismos informes, expon iendo asimismo que los misioneros qu e se enviaran de Portu gal, deberían ser Menores Observantes reformados. Ant e eso, la Congregación decidió escribir a dicho Nuncio exponiéndole las dificultades que pu– dieran surgir luego entre Capuchinos y Menores Observantes, y que a su vez se pregunte al P. Trujillo el modo como superar tales dificultades (APF, Acta, a. 1683, v. 53, ff. 69-71v.).

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