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XX MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA fuese, podíanse elegir los Descalzos de San Francisco u otros que qumeran encargarse de tan piadosa obra; terminaba encareciendo tramitar este asunto con la mayor presteza posible (52). Los primeros señalados para tal misión, según deseos del rey, fueron los Capuchinos andaluces; pero, excusándose por tener ya otras misiones a su cargo, Felipe IV se dirigió al Provincial de Castilla, P. Francisco de Yecla, quien aceptó prontamente el encargo y escribió a todos los conventos de la Provincia, solicitando voluntarios para dicha misión. Se ofrecieron nada menos que cincuenta y tres; de esos fueron elegidos solamente doce, diez Padres y dos Hermanos legos, que parecieron «más aptos, prudentes, doctos y ejem– plares». Con tales precedentes el mencionado P. Provincial dirigió una solicitud (24 de noviembre de 1658) a la Congregación de Propaganda Fide, exponiendo lo de la embajada, los deseos del rey y cómo éste se había comprometido a fletar un barco a su costa y a proveer a los misioneros de cuanto necesitasen. Para ganar tiempo, enviaba ya los nombres de los que habían sido elegidos para la misión (53). En términos parecidos y con la misma fecha escribió a los Superiores de la Orden para que apoyaran su pretensión ante la Congre– gación y remitía a su vez los nombres de los misioneros (54). El Nuncio de España apoyó también la súplica del P. Yecla, en caria dirigida a la Congregación el 30 de noviembre de 1658 (55); ésta, después de discutir el asunto, erigió la misión el 4 de febrero de 1659, aprobando simul– táneamente la lista de los misioneros designados· y dándoles las oportunas facultades (12 de febrero) (56). A pesar del interés de Felipe IV por esta misión, y también el del Consejo de Indias para que prontamente se efectuase, todavía se pasaron varios meses en preparativos del viaje. Este tiempo fué aprovechado por los misioneros para llevar a cabo una obra de sumo interés práctico, como fué la impresión de un Catecismo en lengua arda y castellana, del que luego hablaremos; en él colaboró, a no dudarlo, el mencionado embajador del rey de Arda, aunque el trabajo de conjunto fué debido al P. José de Nájera, uno de los misioneros designados. Prueba asimismo del gran cuidado y del sumo interés puesto por Felipe IV (52) B. N.-Ms. 3561, f. 15, «Misiones de Capuchinos en el Congo y Cumaná». Cfr. mi artículo Misión Capuchina al reino de Arda, en Missionalia Hispanica, 6 (1949), 523 ss., donde se copia íntegra dicha carta del Consejo de Indias. Se reproduce en el apéndice primero de este volumen. (53) Solicitud del P. Yecla a la Congregación (BN..:.Ms. 3818, f. 60, y APF, SA, V: 255, ff. 58-59, 61-65). (54) Ibid. Ms. 3818, f. 67; SA, v. 255, ff. 58-59v. (SS) Carta del Nuncio en Madrid (30 de noviembre de 1658), en APF, SA, v. 255, ff. 61-65. (56) Cfr. los correspondientes documentos originales de la Congregación en el citado ms. 3818, ff. 52-3, 55, 68-69, y APF, Acta, v. 28, 1659, f. 23.

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