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166 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA y buenas costumbres, y otros infinitos daños que de éstos se derivan, fácil es el remedio, y puede V. A., siempre que gustare, mandarme a mí y a mis compañeros que nos retiremos a nuestras Provincias, en cuyo pronto rendi– miento reconocerá V. A. nuestra mayor sinceridad. Pero respecto de que el subsistir en tal apostólico empleo nace del deseo de sacrificar a Dios nuestras vidas por la salud espiritual de nuestros prójimos, a imitación de nuestro benignísimo Redentor y de obedecer con el justo rendimiento al que es su Vicario en la tierra, me prefiero a decir para descargo de nuestras conciencias que, si pareciere a V. A. enviar operarios de otra nación o del mismo reino, desistiremos en el mismo instante de la misión y quedaremos consolados con saber hemos hecho lo posible por la salud espiritual de tantas almas y que V. A. queda encargado de ellas, pues por tantos títulos le toca el solicitársela. 13.-»0tro reparo, Señor, se ha hecho sobre que en el siglo profesé la milicia y que fuí un pobre soldado, añadiendo sobre tan flaco fundamento que puedo ser lobo en hábito de oveja. Sobre esta objeción es muy poco lo que se me ofrece decir a V. A., pero mucho en gran manera lo que tengo que llorar de mi mala vida pasada, pues conozco lo que a Dios debo, lo que le he ofendido en tal estado, y me hago el cargo de todo; mas supuesto que el haber sido soldado en el sigío algunos años ha, me constituye petra scandali y sirve de impedimento al bien espiritual de tantas almas, el remedio es muy fácil, pues como consiga de la piedad de V. A. el que ampare esta misión y las almas tengan los medios convenientes para salvarse, yo me retiraré luego a una celda a llorar la causa, y así no tengo en esta parte más descargo que dar. 14.-»También se nos objeta que no fuimos a embarcarnos, cuando pasó la misión a Sierra Leona, por la vía de Lisboa; a esto satisfago diciendo que hasta que me hallé en Cádiz no supe pertenecía a las conquistas de V. A. la parte de Sierra Leona y, como en espacio de cuarenta años la habían cultivado los Capuchinos de España, no me ocurrió podría haber en eso reparo, máxime yendo a buscar almas y no intereses de la tierra. Pero no obstante eso, luego que lo supe, ordené a mi Viceprefecto viniese a esta corte con cartas mías para V. A. y para el Consejo Ultramarino, en las cuales representé mi deseo con el debido rendimiento (144), y habiendo venido dicho Padre con esta comisión, acordó el Nuncio de Su Santidad se volviese a Cádiz donde estaba ya preve– nido y para marchar el navío que nos había de conducir, respecto de la urgencia del tiempo y también por hallarse pendientes en esta corte los negocios de la Inquisición, diciéndome asimismo en su carta que nos partiésemos y que en llegando a Sierra Leona solicitásemos el beneplácito de V. A., pues (144) Iba de Viceprefecto el P. Angel de Madrid, según afirma el propio P. AN– GUIANO en el cap. XXII, n. 16.

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