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MISIONES DE LA ZINGA, BENÍN, ARDA, GUINEA Y SIERRA LEONA 165 10.-»Porque a Cabo Verde, donde suelen llegar tal vez por negros, hay doscientas y ochenta leguas desde Sierra Leona, pero para mayor calificación de todo, puede V. A. mandar tomar información de las personas que se hallan en esta corte, las cuales me han asistido en aquellas trabajosas misiones y son testigos oculares de nuestras operaciones y procedimientos de cuantos hijos de nuestro Instituto han asistido en ellas desde el principio, y de su tenor se podrá inferir nuestra verdad y sinceridad. Esta información jurídica ofrezco a V. A. para más pleno testimonio, y siendo como son los testigos portugueses y de bastante excepción, hallará V. A. cómo en dichas partes no reside castellano alguno, ni llegan a ellas embarcaciones castellanas muchos años ha, que es lo que pudiera dar alguna apariencia de sospecha a los ánimos más cavilosos y poco afectos. 11.-»Pero sobre esto no excuso, Señor, decir que es cosa muy digna de la real consideración y celo católico de V. A. que, abriéndoseles las puertas y concediéndoseles el tránsito y comercio a tantas naciones de herejes de Europa, como hay en aquellas partes, ejecutando en ellas los robos y tiranías que son notorios; apoderándose asimismo de las tierras y sembrando en ellas sus errores, como lo llora mi experiencia viendo subvertidos a muchos recién convertidos, se las cierren tan tenazmente a unos pobres misioneros evangélicos y se les niegue el tránsito, cuando su fin no es otro que el de exponer sus vidas a la muerte porque número tan sin número de almas consiga la eterna y bienaven– turada. Pondere V. A. qué parecerá delante de los ojos de Dios y del mundo que el hereje holandés, el inglés y francés, el luterano, el calvinista y el hugo– note entran libremente en sus conquistas a comerciar y a diseminar sus herejías y que no se repare en éstos y en las hostilidades que cada día hacen a los mismos portugueses en ellas, diciendo tienen mejor derecho, pues a lo menos procuran hacer cristianos a los gentiles, que es lo que no cumplen los portugueses, tenién– dolo así prometido a los Pontífices y habiéndoselas concedido éstos con esa carga, y que finalmente se les niegue la entrada a los Capuchinos, hijos de San Francisco, que sólo van a buscar almas redimidas con la sangre de Cristo y a oponerse a todo el infierno por que no se pierdan, y esto únicamente porque son de nación castellanos. 12.-»Ya veo, Señor, que estos imaginados temores son astucias del de– monio y fábrica de sus ideas, el cual sabe muy bien lo que pierde por aquellas partes si no llegan a colmo sus designios y sofisterías de Estado entre gente que tanto ha sabido en otros tiempos servir a Dios y a su Iglesia. Pero si acaso tiene menor inconveniente el que tantos cristianos como han quedado sin remedio espiritual, por vivir entre los mismos gentiles, y peor que ellos en sus costumbres, tantos negros convertidos, que con facilidad en dejándolos de la mano los pervierten los demás; tantos párvulos que perderán a Dios para siempre por no haber quien los bautice e instruya en la fe católica romana
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