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164 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA 7.-»Cuanto a lo primero, supongo, Señor, que soy de nac1on castellano y que por serlo yo y también mis compañeros, somos tenidos por sospechosos entre los ministros reales de la Junta de Misiones. A este cargo respondo ser así verdad que todos hemos nacido en Castilla, como también nuestros padres y abuelos; pero bien se acordará V. A. cómo la primera vez que tuve la suerte de ponerme a sus reales pies, se lo manifesté claramente en prueba de la verdad e ingenuidad que profeso y Dios me manda, como también el mal tratamiento que por !al me había hecho el Arzobispo; pero remitiendo por amor de Dios este agravio, paso al segundo cargo, en que, según tengo enten– dido, consiste el Aquiles de la repulsa, dándonos sin otro motivo por sospe– chosos y mal afectos a las cosas de la corona de Portugal. 8.-»Satisfago esta objeción con decir a V. A. que ha más de cuarenta años que cursan estas misiones los Capuchinos y así los presentes como los pasados todos somos de unas mismas Provincias y corona, y con haber habido entre ésta y la de Portugal guerras por muchos años, jamás se ha experimentado el más mínimo fundamento sobre que puedan fundarse estos imaginados recelos, antes sí una total independencia en materias de Estado, y por otra parte muy con– tinuos servicios, pues han adelantado mucho la religión católica entre los gentiles, gozando de su doctrina y ejemplo muchos vasallos de V. A., que residen entre ellos por causa del comercio temporal; lo cual ha sido de suerte que desde que se descubrieron aquellas tierras no han tenido más ministros evangélicosni tan independientes de cosas de la tierra que estos pobres Capu– chinos y humildes operarios. Esto se confirma con decir que V. A. no tiene ni ha tenido plaza alguna por allí, pues desde Cacheo, que está a once grados, hasta las partes de Sierra Leona, que están a poco más de siete, hay de embarcación casi cien leguas y todas pobladas a los lados de gentiles, excepto los cristianos que entran a comerciar en ellas. 9.-»Esto supuesto y que en tan largo transcurso de tiempo no se ha expe– rimentado de parte de los misioneros cosa que desdiga de nuestra profesión, antes bien sí continuos obsequios hechos a fieles e jnfieles, por lo cual han perdido los más la vida y padecido inmensos trabajos, cediendo todo en par– ticular beneficio de la corona de Portugal, pues por el Jus Patronatus hay obligación de socorrer de operarios aquellas· gentes, según consta de las bulas apostólicas; y si los Capuchinos no las hubieran cultivado a expensas de su fervoroso celo y de sus vidas, hubieran quedado sin remedio alguno espiritual, como lo están otras muchas pertenecientes a las conquistas de Portugal según la división que hizo el Papa Alejandro VI. Juzgue, pues, ahora V. A. con su nativa clemencia y aventajadísimo talento qué fundamento puede tener tal sospecha e imaginación. Ultra de que en aquellas partes ni ha habido ni hay comercio con castellanos, pues en los años que yo he vivido en ellas ni he visto ni aun oído que haya aportado a ellas castellano alguno.

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