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150 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA adelante la cultura evangélica que empezó con inmenso fruto en aquellas tierras, nuestro V. Padre y dignísimo Provincial que fué de nuestra Provincia Fr. Serafín de León y la continuó hasta su dichosa muerte por espacio de diez años, obrando Dios por su predicación y méritos tantas maravillas como dejamos ya referidas (129). 3.-Habiendo, pues, conseguido los despachos y facultades de la Sacra Con– gregación, se trató luego del viaje a Guinea. Hizo la costa de la embarcación nuestro muy piadoso monarca D. Carlos segundo, llevado del celo santo de la fe y del ejemplo de sus muy católicos progenitores, todos tan dedicados a la conversión de los infieles y a que se publique el Evangelio por todo el mundo. Ayudó también mucho a esta misión apostólica con sus limosnas e industria la Excma. señora doña ·María de Guadalupe Alencáster, Duquesa de Arcos de Aveiró y Maqueda como tan bienhechora de la Religió~ y madre de los Capuchinos. Nombró la Sacra Congregación por Prefecto al P. Fr. An– tonio de Trujillo:, que después vino a ser Provincial de esta Provincia, y habiéndole cometido la comisión para elegir los compañeros que le pareciesen más jdóneos para tal empleo:,recibió en su compañía a los Padres Fr. Manuel de Vitoria, Fr. Angel de Madrid, Fr. Francisco de La Mota, Fr. Angel de Guarrate, Fr. Lucas de Egea, Fr. Diego de Casalarreina y a Fr. Cipriano de Madrid, religioso lego, todos hijos de esta Provincia de Castilla y muy fervorosos. Los demás, hasta cumplir el número de catorce, fueron hijos de las Provincias de Aragón y de Navarra y después más adelante se agregó otro de Castilla, que fué el P. Fr. José de Illescas (130). (129) El comienzo de esta segunda etapa de la misión de Guinea y Sierra Leona debió tener lugar con la venida del P. Pablo Jerónimo de Fregenal a Madrid, donde expuso al Nuncio la situación de los habitantes de aquellas remotas regiones africanas; su relación, como ya inai~áoamos en la introducción, debió impresionar el ánimo de varios religiosos de la Provincia de Castilla e incluso de algunos seglares. Por eso ya a fines de 1676 un personaje de ~a corte se comprometía a costear los gastos de la misión y también varios religiosos se ofrecían a la Congregación para ir de misioneros. Con esos antecedentes escribía el Nuncio a Propaganda dando tan buenas noticias y pidiendo permiso para enviar doce religiosos de Castilla (Carta del Nuncio a Propa– ganda, 5 de agosto de 1677, en APF, SR, v. 465, f. 443). La Congregación aceptaba y decretaba la misión el 6 de septiembre de dicho año 1677 (Acta, f. 214, n. 1). Aunque todo estaba preparado, Propaganda no envió los despachos oportunos hasta febrero de 1678, nombrando al mismo tiempo por Prefecto al P. Antonio de Trujillo, autorizándole para designar otros religiosos que fuesen con él, además de los que ya se habían ofrecido; eran éstos los PP. Manuel de Bilbao, Angel de Fuentelapeña y Ambrosio de Cabra (!bid., y SR, v. 465, f. 444). Por cierto que ninguno de estos tres fueron de momento escogidos. (130) Los aquí citados de la Provincia de Castilla fueron a la misión; pero no sabemos en concreto los nombres de los que fueron de las Provincias de Navarra y Aragón, fuera del P. Cristóbal de Azcona, de la de Navarra, y del P. Buenaventura de Maluenda, de la de Aragón. También hemos de advertir que el P. José de Illescas no marchó entonces, sino en 1683, como más adelante veremos.

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