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146 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA de predicadores evangélicos que cultiven aquellas almas y a los que se han aplicado a eso, movidos de pura piedad y conmiseración, no les han dejado obrar por fines particulares y políticos de Estado. Con eso y los perpetuos escándalos de los blancos y comerciantes, ha llegado ya a su último colmo la perversidad y relajación de los hombres; de suerte que no sólo hacen gala del vicio y torpeza, sino que miran con aborrecimiento a los misioneros porque les reprenden tales iniquidades, apartan de ellos y de oír su predicación a los gentiles que, llamados de Dios, se inclinan a recibir nuestra santa fe, dicién– doles que si se· hacen cristianos, perderán las vidas y haciendas y que sus muertos los castigarán porque han dejado su creencia antigua. Aquí se ve cumplido a la letra lo que previno San Pablo a su discípulo Timoteo al capítulo tercero de su epístola segunda donde dice: Hoc autem scito quod in novissimis diebus instabunt tempora periculosa; erunt homines seipsos amantes, cupidi, elati, superbi, blasphemi, parentibus non obedientes, ingrati, scelesti, sine affec– tione, sine pace, criminatores, incantinentes, immites, sine benignitate, prodi– tores, protervi, tumidi et voluptatum amatores, magis quam Dei, habentes speciem quidem pietatis, virtutem autem ejus abnegantes (128). (128) 1 Timot., 3, 1-5.
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