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MISIONES DE LA ZINGA, BENÍN, ARDA, GUINEA Y SIERRA LEONA 127 Orden, pero o se perdieron o no las dieron los sujetos a quienes las entregó. En esto de las cartas se padece mucho, especialmente en esas tierras, lo cual es materia de gran desconsuelo, y de ello se quejan mucho los misioneros antecedentes y los que fueron después. 9.-De esta misión del año 1677 y de sus circunstancias y efectos es preciso hablar con alguna extensión y, antes de empezar a referirlos, considerar el estado miserable en que hallaron las cosas de Guinea los religiosos que última– mente fueron a ella, para que por su jnspección se puedan percibir mejor los muchos trabajos y contradicciones que padecieron por procurar extinguir los vicios que hallaron por todas aquellas partes, de avaricia; tiranía y lujuria, dise– minados por el demonio y fomentados por los blancos que comercian negros en aquellas tierras, los cuales, olvidados de la obligación de cristianos y de que ante todas cosas se debe atender a la predicación del santo Evangelio, como dice S. Juan Crisóstomo: Oportet praedicationem Evangelii omnibus caeteris antepone1·e (123), es a lo que menos se atiende. Con que semejantes sujetos sólo sirven de destruir con sus continuos escándalos cuanto los misioneros pro– curan edificar con su ejemplo y santa predicación, lo cual es digno de llorarse con lágrimas de sangre. 10.-Por huir de estos escollos, este gran operario evangélico fué penetrando tierra adentro, donde consiguió, con la ayuda de Dios y su incesante trabajo, la conversión de muchos millares de almas, administrando continuamente el santo bautismo con los demás sacramentos de la penitencia, Eucaristía, extre– maunción y matrimonio, enterrando los difuntos y predicándoles frecuente– mente la doctrina cristiana y componiendo sus pleitos y discordias. Fué hombre de gran corazón y de espíritu muy fervoroso; conocíle y le traté en Madrid y en Sevilla y, aunque tuvieron fin sus días en esa ciudad, después de algunos años, viviendo siempre probado de penosos achaques, no por eso dejó jamás de trabajar en su ministerio hasta su última enfermedad. Predicaba penitencia por las plazas, enseñaba la doctrina a los pobres y los confesaba y ayudaba a bien morir (124). 11.-Fué hijo de padres muy nobles y por algún tiempo siguió la milicia y llegó a ser capitán de caballos, pero desempeñado de ella y llamado de Dios, la dejó y entró a seguir la seráfica en nuestra Provincia de Andalucía, donde estudió y aprovechó mucho en letras y virtudes. Fué muy penitente, humilde, (123) s. JoANN. CHRISOST., Homil. 48 super Math., cap. 13. (124) No es de extrañar, pues, sean muy conformes a la verdad las aserciones del P. Anguiano y lo referido por él; con seguridad que todo ello lo recogió de labios del propio P. Fregenal, al entrevistarse . con éste en Madrid o en Sevilla. De él recogió se– guramente cuantas noticias pone en los siguientes capítulos acerca de las costumbres de los habitantes de aquellos reinos e igualmente la descripción que hace de los ríos, etc.
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