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126 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA informó largamente de palabra y por escrito del estado en que dejó aquella misión y de la gran necesidad que había de operarios para conservar aquellas nuevas cristiandades y aumentar su número, pues comúnmente pedían el santo bautismo los gentiles de aquellos reinos extraños y remotos y con mayor sinceridad aquellos que nunca o rara vez habían tratado o comerciado con los blancos, de quienes otros han aprendido no pocas maldades de obra y de palabra, como luego veremos. Encargóse el Nuncio de Su Santidad de remitir su relación y papeles a la Sacra Congregación por no poder ir a Roma dicho Padre, a causa de hallarse tan falto de salud y abrumado de los trabajos pa– sados (122). 8.-Habiendo, pues, guiado su pretensión por tan buen medio, tuvieron feliz logro sus buenos deseos y diligencias, bien que no tan presto que llegase a ver el efecto hasta el año 1677, en que por el mes de abril pasaron a Sierra Leona doce Padres de esta Provincia de Castilla con algunos de las de Aragón y Navarra, de orden de la Sacra Congregación de Propaganda Fide, según veremos más adelante. Cierto es que dicho Padre hubiera subsistido en Guinea por todo el resto de su vida si hubiera logrado alguna respuesta de muchas cartas que escribió a la Sacra Congregación y a los Prelados mayores de la (122) Según nos refiere el propio P. Fregenal, desde las Barbadas se dirigió a Lon– dres, donde permaneció dos meses; luego marchó a 'Bruselas, donde por medio del Internuncio dió cuenta de su llegada el primero de noviembre (Carta del Internuncio a la Congregación, 19 de noviembre de 1671, en APF, SR, v. 435, f. 421 ss.). En– Bruselas comenzó el P. Fregenal su labor de buscar nuevos misioneros, queriendo que la misión se diese a los Capuchinos flamencos, por serles más fácil lograr embarcación para ir a Guinea (Carta del P. Fregenal, ya citada, del 28 de octubre de 1671, fechada en Bruselas). De Bruselas se dirigió a Cádiz por mar, llegando en la primera dominica de Cua– resma de 1672, dando cuenta al P. Provincial de Andalucía de la marcha de la misión y de la necesidad de enviar nuevos religiosos (Carta del P. Provincial de Andalucía a la Congregación, APF, SR, v. 435, ff. 321 ss.). El Nuncio de España también fué enterado de todo, lo mismo que la Congregación, la cual escribió a aquél para que estimulase al Provincial de Andalucía a que enviase nuevos misioneros y a que remitiese el informe anual sobre la marcha de la misión; pero, en vista de lo que el P. Fregenal proponía de que se enviasen Capuchinos fla– mencos, la Congregación consulta en marzo de 1673 a los Nuncios de Francia, España y Flandes sobre el particular (APF, Acta, 23 febrero 1673, f. 43, n. 38). El Nuncio de España respondía, después de consultar al P. Francisco de Yecla, que no había in– conveniente alguno en que se diese a los Capuchinos flamencos, puesto que Guinea no era posesión de la corona de España; el Nuncio de Francia propuso se diese a los Capuchinos franceses (APF, Carta del Nuncio de España a la Congr., 3 de mayo de 1673, SR, v. 440, f. 514; carta del Nuncio de Francia, 5 de mayo de 1673, ibid., f. 515). Seguramente que el Internuncio de Bruselas pedía también para los Capuchinos flamencos la misión; el hecho fué que la Congregación (Acta del 12 de junio de 1673) decidía darla a los Capuchinos franceses, aunque consintiendo pudiese ir algún fla– menco para poder asistir a los holandeses que residían en aquellas apartadas regiones. La realidad fué que los Capuchinos franceses no aceptaron la misión por tener ya otras. Así en la práctica la misión dejó de existir hasta el año 1677, como afirma el P. Anguiano en los números siguientes y sobre todo en el capítulo XVI.
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