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MISIONES DE LA ZINGA, BENÍN, ARDA, GUINEA Y SIERRA LEONA 125 ayuda pudo atender a todos los oficios de caridad que se ofrecieron en tan largo espacio de tiempo. 5.-Cesó en fin la peste y se publicó la sanidad, y habiéndose ofrecido después embarcación para Inglaterra, entró en ella dicho Padre y al cabo de algunos meses llegó a tomar puerto en Londres. Allí juzgó ver efectuado lo que intentaron los herejes celantes de la isla de Barbadas, y la causa fué porque a pocos días de su arribo le mandaron llamar y comparecer ante el Parlamento Real de la Compañía del Comercio, que viene a ser como el Consejo de Ha– cienda en España. Creyó estar cercana su muerte y procuró disponerse con el fervor posible, dejándose en las manos de Dios, y acudió puntual a la hora señalada a ver lo que se le ordenada y oír su sentencia de muerte, según lo había imaginado. 6.-En llegando, avisó un portero y le mandaron entrar en la sala del Parlamento; hizo sus cortesfas a los ministros y el que presidía le mandó tomar asiento entre ellos. Hasta aquí no pudo alcanzar el fin del llamamiento, con que aún subsistía el recelo de que sería para mandarle degollar. Pero salió de ese cuidado luego que vió el cortejo que la hacían y la habilidad de los ministros y que el presidente le empezó a dar las gracias por lo que había obrado con los de su nación en Barbadas en ocasión de la peste; pero con hallarse tan honrado y favorecido, aún no le parecía que pudiese ser aquél el motivo del llamamiento. Concluyó su razonamiento el presidente diciendo: Que supiese que aquella honra se le hacía, aunque sin ejemplar hasta entonces, por sacerdote, por capuchino y por los oficios de caridad que había ejercitado con los de su nación en la ocasión del contagio de que estaba el Parlamento bien informado: que mirase si se le ofrecía alguna cosa: para su alivio o conducción a España, que se le asistiría con todo con mucho gusto. No admitió cosa alguna, espe– rando, como tan gran religioso, el premio de sus muchos y grandes trabajos de la mano poderosa de Dios por cuyo amor los había padecido. Y así, después de darles las gracias, se despidió cortés del Parlamento, quedando justamente admirado de suceso tan no esperado. De todo lo cual vino a inferir ser una de dos la causa de tantas honras, después de Dios: o que aquellos ministros eran católicos ocultos, o que vencidos, si no lo eran, de la razón y atendiendo a lo moral de sus santas operaciones en servir a los apestados y ayudarles a bien morir, quisieron significarle su gratitud y reconocimiento sin mirar a más superiores respetos. 7.-Partió después de Londres el P. Fr. Pablo Jerónimo y, al fin de una larga peregrinación, por mar y por tierra, llegó a España, y aunque en ella se agravaron sus muchos y continuos achaques, solicitó por todos los medios posibles el remedio espiritual de las pobres y desamparadas naciones de Guinea . Comunicó su pretensión en Madrid con el Nuncio de Su Santidad, a quien

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