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92 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA algunos gentiles: de casamientos, asistencia de enfermos, entierros, composi– ciones de pleitos y continuo ejercicio de instruir a unos y a otros, y en par– ticular de más de una hora de doctrina cristiana cada día, después de rezar el Rosario y predicarles en las fiestas.» 6.-«Esto digo a V. C. para que se sirva representarlo a los Padres Supe– riores y a la -SacraCongregación, por no haber tenido yo ventura de alcanzar una respuesta de tantas cartas como tengo escritas en más de siete años (94) y V. C. con la experiencia y gran celo que Dios le ha dado, alcanzará lo que aquí se padece en tierra de gentiles y con la poca comodidad que hay para el sustento de la vida humana, aunque la providencia divina, no sólo general, sino especial y extraordinaria, nunca me ha faltado, ni creo faltará a tres o cuatro Padres que envío a pedir vengan a experimentar lo que se puede prometer de esta tierra.» 7.-«Aconséjoles traigan sus patentes y defensas no sólo contra los visita– dores eclesiásticos, sino también contra los gobernadores seglares, porque no les suceda lo que a V. C. y con violencia sean expelidos de la tierra, que ya por acá lo intentó así el capitán Gamboa. Y también les encargo traigan para las personas de Cacheo bulas de composición, indulgencias para medallas y (94) Del P. Serafín se conservan en el Archivo de Propaganda varias cartas; en– tre ellas una escrita al P. Provincial, firmada en Tumbá , 3 de marzo de 1655 (SA, v. 248, f. 56), en la que dice: «En esta tierra ninguna religión persevera; al contrario, ninguna será tan bien recibida como la cristiana, dado el respeto que tienen al hábito de San Francisco . El afecto que los portugueses dicen tener en esta tierra y la reve– rencia con que ayudan a los Capuchinos, aumenta su estima ante los indígenas. Aun en el caso no verdadero que los Padres no convirtiesen otros gentiles, sólo la asistencia a 1.500 cristianos y más, sería labor suficiente para un buen número de misioneros.» Y en otra carta, sin fecha, pero no posterior a 1656 (Ibid., ff. 58) refiere con gran alegría el fruto de sus muchos trabajos diciendo que los indígenas eran muy incli– nados a recibir bien las verdades de la fe : que ninguno se le había resistido aún, ni rey ni esclavo, fuera de una vieja, cuyo marido y nietos se bautizaron, pero ella no lo quería hacer por odio a los blancos ; sin embargo, añade que a la vuelta de un año también ella lo había hecho. Expone luego sus grandes deseos de llegar a convertir todas aquellas almas, pero que se sentía impotente para atender a tanta gente, aunque se consolaba grandemente con el recuerdo de los muchos a quienes había bautizado y sobre todo los muchos mo– ribundos a quienes había administrado los Sacramentos; manifiesta también su deseo de regresar a Europa, pero que pesaba en su ánimo las necesidades espirituales de aque– llos pueblos, y era precisamente eso lo que le obligaba a continuar allí, no obstante llevar más de diez años, por lo cual necesitaba la renovación de las facult ades para la misión. Exponía asimismo que carecía de Santos Oleos, de libros de devoción y de estudio; sobre todo estos últimos le hubieran ayudado grandemente a combatir a los herejes que hacían gran daño en aquellas costas; hubiera deseado también ardientemente tener consigo un Hermano lego que llevase toda clase de medicinas, pues eran muchas las enfermedades que allí se padecían. Ni se contentó el P. Serafín con esas cartas : expuso en un memorial (Ibid., v. 248, f. 70) cuanto se podía hacer en aquellas regiones, pidi endo al mismo tiempo nuevos misioneros, lo cual consiguió al fin, como hemos dicho en la introducción, si bien hasta mediados de 1657 no pudieron embarcarse.
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