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84 MISIONESCAPUCHINAS EN ÁFRICA caritativa providencia, para lo cual les ayudaría mucho el amparo y abrigo de aquellos pueblos cristianos, en cuyos moradores tendrían defensa contra las emulaciones de los ministros de Portugal y también el socorro necesario para el sustento humano. 7.-Esta fué la primera idea de los dos santos compañeros y la que eje– cutaron por algún tiempo hasta que se hallaron convalecidos y con fuerzas para ejecutar otra más alta y laboriosa. Tomó a su cuidado el P. Fr. Serafín de León los puertos y poblaciones donde había predicado con tanto fruto y utilidad de las almas, según ya dijimos, y se volvió luego a socorrerlos y a darles nuevas labores y cultivo de que salió tan ganancioso cuanto no es ponderable. El P. Fr. Antonio de Jimena se quedó en los del río de Gambia, donde era ya conocido, y trabajó en ellos perseverantemente tres o cuatro años hasta que murió, cogiendo tan colmados frutos con su predicación y solicitud, que parecían aquellas poblaciones un remedo del paraíso, según la piedad y religión que se profesaba, procurando todos los vecinos adelantarse en virtudes y perfección con una emulación santa y cuidadoso desvelo. 8.-Cultivadas estas poblaciones en esta forma, determinó el P. Fr. Serafín de León tirar nuevas líneas y dar proporcionado objeto a su fervoroso espíritu y a su generoso aliento, extendiéndose por todos aquellos reinos de gentiles y alargándose a explorar los ánimos de los naturales de Sierra Leona para cumplir más exactamente con el orden primitivo de la Sacra Congregación de Propa– ganda Fide. Dió aviso a su compañero y le ordenó que en el ínterin que él corría aquellas tierras, cuidase de apacentar con su doctrina los pueblos de Arrecife y demás, a más de los de Gambia que tenía a su cuidado. Así lo hizo el santo Padre, repartiendo a temporadas su asistencia en ambas partes, unas veces en los pueblos del río de Gambia, y otras en los de Arrecife, que distan de aquéllos sesenta leguas y algunos más; pero como hay la conveniencia de ir a ellos por los ríos, con eso fácilmente daba la vuelta por todos y acudía a todo lo que se ofrecía. 9.-De esta suerte se ayudaban estos dos siervos de Dios y en esta confor– midad procedían en su apostólico ministerio, ganando muchas almas para su Majestad divina. Todo lo cual se confirma con la carta siguiente, que es– cribió el mismo Fr. Antonio de Jimena al Guardián del convento de Sanlúcar de Barrameda, su amigo y confidente, el año de 1650, a 12 de junio, dos años después que se separaron del resto de la misión que pasó a Cartagena. Esta carta es respuesta de otra de dicho Guardián, que llevó el capitán D. Bartolomé de Medina, en el segundo viaje que hizo a aquellas partes el año referido de 1650, a quien el siervo de Dios no pudo ver por hallarse en Arrecife entonces,
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