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MISIONES DE LA ZINGA, BENÍN, ARDA, GUINEA Y SIERRA LEONA 83 en Guinea año y medio, poco más o menos. Tardó el navío en llegar a Carta– gena desde San Juan a Santiago, en cuyo día saltaron en tierra y fueron reci– bidos del obispo y gobernador de la ciudad con increíble piedad y agasajo, procurando a porfía la geñte noble y principal llevarlos a sus casas para rega– larlos y asistirlos en su convalecencia por ir casi todos enfermos y muy nece– citados de reparo por las fatigas de tan larga navegación y continuas enfer– medades (84). 5.-En convaleciendo, comenzaron a plantar la misión en la provincia de Urabá: de ella trataremos cuando escribamos de las cosas y sucesos de Amé– rica (85). Por ahora los dejaremos trabajando y volveremos a ver la derrota que tomaron los dos apostólicos varones Fr. Serafín de León y Fr. Antonio de Jimena, a quienes hallaremos formando la idea de sus futuras operaciones, tan proporcionada a la magnanimidad de sus corazones y espíritu, como lo publicaron los sucesos, especialmente del P. Fr. Serafín de León, el cual vivió después más largo tiempo, y en espacio de diez años apenas hubo reino o provincia en toda aquella circunferencia de Guinea que no ilustrase con su predicación evangélica, obrando maravillas y ganando para Dios innumerables almas, hasta que, faltándole la vista, cesó en las peregrinaciones, y abrumado de trabajos, pasó a gozar el premio eterno en edad de setenta años, poco más o menos. 6.-Viéndose, pues, solos estos apostólicos varones, determinaron no des– amparar las cristiandades que hasta entonces habían cultivado, así porque éstas carecían totalmente de socorro espiritual y de quien se le administrase, como porque no era justo, según Cristo Señor nuestro le dijo a la cananea (86), privar a los fieles de su sustento espiritual por dárselo a los infieles y rebeldes, ni el pan de los hijos quitárselo de las manos para dárselo a los perros. Y aunque éstos, que son los gentiles, hablando en la misma frase, podían alegar con la cananea que tenían derecho a las migajas que caen de las mesas de los señores, primero era sustentar a los domésticos que atender a los extraños. Fuera de que no dudaban les daría Dios lugar y disposición para atender a todo con (84) Lo mismo refiere en su carta el P. Vallecas (f. 3lv.) diciendo que en treinta y tres días habían llegado a Cartagena «con ánimo de proseguir al río de las Amazo– nas, según el orden de la Sacra Congregación; en el viaje se padeció mucho por venir casi todos enfermos, sin otros bastimentos que legumbres, cargados de negros; tres religiosos. estuvieron casi para perder la vista; el P. Fr . Juan de Sevilla cegó de un ojo y el otro aún le suele retentar con achaques de nube; a mí me sangraron cinco veces en la mar y doce en Cartagena, donde estuve a la muerte». (85) Esta relación del P. ANGUIANO sobre las misiones capuchinas en América, fué publicada por el P. FROILÁNDE RfoNEGRO, o. F. M. CAP., en Relaciones de las Mi– siones de los PP. Capuchinos en las antiguas provincias españolas, hoy República de Venezuela, t. II, Sevilla, 1918, 80 ss.; la de Urabá comienza en la p. 92. También forma parte del mismo manuscrito 18.178, de nuestra BN. (86) MAT., 15, 22.

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