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76 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA apartar de aquellas costas a los religiosos· por ser castellanos y haber ído a fraguar una traición contra la nación portuguesa, por orden del rey de Castilla, con quien tenían actualmente guerra. 15.-Los vecinos de Arrecife, sabiendo por experiencia cuán siniestros eran los informes del juez y el engaño que padecía en sus soñadas sospechas, traba– jaron en apartarle de su pretensión; mas viendo que aún persistía en su quimera y que no bastaban razones, le protestaron que si pasaba a hacer el menor amago para prender a los Padres, tuviese entendido que todo el pueblo saldría a su defensa. Con esto se sosegó el juez y por no dar ocasión a algún motín que le costase caro, desistió por entonces de la pretensión y se volvió con s-q audiencia a Cacheo (79). En el foterin que corría esta borrasca tan deshecha, usando Dios de su misericordia, les concedió a estos Padres, en premio de sus trabajos y tole– rancia, el reducir a nuestra santa fe católica veintidós judíos que residían en el mismo lugar de Arrecife. 16.-El caso sucedió así. Vivía en esta población un hebreo, hombre de mucho caudal, de buenas prendas naturales y de lindo trato para los comer– ciantes; a todos les causaba lástima verle tan ciego y pertinaz en la observancia de sus ritos mosaicos y deseaban mucho que se redujese a la fe santa de Cristo. No lo deseaban menos los religiosos y así tomó por su cuenta este negocio el santo Padre Fr. Serafín de León. Hizó a Dios muchas súplicas y aplicó cuantos remedios supo para conseguirlo. Al fin· de algunos días, conven– cido de las razones del siervo de Dios, y desengañado de su error, se redujo a la religión cristiana y con él también su mujer, hijos, parientes y criados, que todos seguían su misma secta y tenacísimamente. 17.-Celebróse esta conversión con grandes muestras de alegría y fiesta y para todos los católicos fué motivo de singular júbilo ver en el aprisco de la Iglesia Romana aquellas veintidós almas. Catequizáronlos los Padres en los sagrados misterios y, estando capaces, se les administró el santo bautismo. El primero se bautizó el dueño de la familia y para mayor solemnidad fué su padrino el capitán de la nao francesa, de quien ya hicimos mención. Este dió orden a la gente de guerra para que, en oyendo cierta señal después del bautismo, disparasen toda la artillería. Después se prosiguieron los demás bautismos, los cuales duraron hasta el día en que habían de partirse en la (79) Lo que había hecho con el Viceprefecto y los otros dos misioneros quiso ha– cerlo el Visitador con los demás religiosos, pero ellos, prevenidos por algunos y sobre todo, como dice el P. Vallecas en dicha carta, por haberle podido coger una carta en que daba cuenta al capitán de Cacheo de las diligencias que había hecho para llevar a cabo sus intenciones, procuraron evitar el golpe, marchando de allí (f. 3lr.).
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