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58 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA S. Pablo de otros semejantes a ellos: Qui desperantes, semetipsos tradiderunt impudititiae in operationem omnis inmunditiae, in avaritiam (66). Respon– diendo a todo como bárbaros, sin poder apearlos de sus engaños por camino alguno, ni amenazándoles con las penas del infierno ni con el juicio de Dios riguroso, que primero era vivir al son de sus apetitos que atender a otra cosa: Comedamus et bibamus, eras enim moriemur (67). Esta era su común respuesta y es la ordinaria de semejantes bárbaros, como, dice S. Ambrosio: Omnis infi– delis infirmitatem animi patitur, constrictus carnali ratione, ne credat spiri– tali (68). 15.-Dios por su infinita misericordia sea servido de abrirles los ojos para que salgan de tan profundo caos de miseria, para que detestando sus vicios e iniquidades, purificados con el agua del santo bautismo, entren por la senda de la verdad, que guía a la bienaventuranza eterna. Siete mil leguas por mar y tierra, en ida y vuelta, anduvieron los religiosos por negociarles esta dicha; cada paso que dieron y los trabajos que padecieron, serán testigos irrefragables contra tan obstinados ánimos en el severo tribunal de la divina justicia; al paso que para ellos de grande premio y galardón el haber hecho la causa de Dios a tanta costa y con tantos peligros de la vida. 16.-Cuántos y cuáles fueron éstos lo dice, como testigo de vista, el P. Fr. José de Nájera, en el prólogo de su Espejo Místico, en los párrafos once y doce, por las siguientes palabras: «Excuso el referir penalidades, trabajos y miserias, que en la embarcación padecimos, como también los que padecimos en Arda, siendo lo menos el haber muerto en pocos días los seis de los doce que fuimos, y los demás haber estado más de un año gravemente enfermos y moribundos , y el salir desterrados, violentos y arrastrados de aquel reino, pues todo es menos que el desconsuelo del mal logro que nos ocasionó la obstinación de aquel bárbaro, cuando supo que para ser cristiano, había de dejar primero la muche– dumbre de las mujeres y las hechicerías. Después de once meses de calamitosa embarcación, que pudiera ser de solos tres, por la contrariedad de los tempo– rales, faltos de todo lo necesario y sólo socorridos lo más del tiempo con un poco de cebada cocida sin sal, y entre herejes, ya sentenciados de ellos a ser su alimento, por sólo ser católicos y decir que por nosotros padecían los infortunios de los temporales» (69). Hasta aquí dicho Padre; donde se ve en tan breves palabras cuán máximos fueron los trabajos que padecieron los reli– giosos de esta misión. (66) Efes., 4, 19. (67) !SAÍA S, 22, 13. (68) S. AMBR., In cap. 1 ad Timot h. (69) NÁJE RA, o. c., al lector , ff . 9-10.

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