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Al afirmar esto, no queremos caer en el anacronismo antes criticado. Ciertamente, en la situación histórica de S. Buenaventu ra dicha temática no se presentaba con la radicalidad actual (más bien se acentuaba el extremo “trascendentalista”). Sin em bargo, la pronunciada afirmación bonaventuriana de la inma nencia divina en el mundo, y de modo especial en el hombre, parece ofrecer un constante encuentro íntramundano con Dios, muy particularmente en las relaciones interpersonales, desde cuya perspectiva podría elaborarse una respuesta posible a aquélla Dios, por consiguiente, no aliena al hombre, sino que lo fun damenta, lo fortifica y lo compromete. ¿Cómo se realiza concretamente esta presencia trascendente de Dios en la persona humana? Entra de nuevo aquí el misterio trascendente de Dios. -Hemos descubierto la realidad y justifica ción de una antropología desde el teocentrismo bonaventuriano. La trascendencia divina prohibe adentramos en el modo concreto de realizarse dicha presencia. 85. Una interpretación actual de la inmanencia de Dios desde la concepción bonaventuriana llevada hasta sus últimas consecuencias —no pretendida, por supuesto, conscientemente por el Doctor Seráfico— nos conduciría en el terreno práctico-religioso, moral, ascético, educati vo, social etc., a un compromiso concreto y cotidiano como el modo úni camente válido de hacernos conscientemente responsables del significa do de la presencia trascendente de Dios. En correspondencia a su concepción sobre Dios, $. Buenaventura afirma: “quicumque est contrarius Deo, est contrarius mihi” (Hexaem., coll.9, n.28: y, 376b). Creemos que, permaneciendo fieles a este mismo pensamiento, podría aftrmarse: “quicumque est contrarlus homini, est contrarlus Deo”. Teología y antropología se complementarían mutua mente en conformidad con lo afirmado al analizar el problema del cono cimiento humano de Dios. 282
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