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2. Trascendencia de Dios en su inmanencia noética al hombre Hemos visto cómo S. Buenaventura ha tratado de responder a las serias dificultades que se proponían contra la posibilidad de una teología natural. indicar las líneas generales observadas en su respuesta al mismo y sub rayar la trabazón existente de ésta con su concepción de la inmanencia y trascendencia de Dios. El Sco. Doctor sitúa el tema de la posibilidad del ateísmo en el contexto de su afirmación sobre la presencia de Dios al hombre: supuesta la radical y substancial relación del espíritu huma no a Dios, ¿puede siquiera pensarse, con sentido y asentimiento verda deramente conscientes, la inexistencia de Dios, aún más, dudarse de ella? Podría darse tal posibilidad, afirma, por un doble motivo: falta de evi dencia por parte del ser de Dios, o falta de certeza por parte del enten dimiento humano. Por parte de Dios, se daría dicha posibilidad si esta verdad careciera de razón de evidencia para el entendimiento que apre hende, no fuese evidente el término medio probativo o, por último, no fuese evidente en sí misma considerada. Ahora bien, la presencia connatural de Dios al espíritu humano, la relación esencial de las creaturas respec to de El y la absoluta unidad y simplicidad divinas muestran la certeza evidente en aquella triple dimensión; por lo que debe negarse la posibi lidad de aquél. Por parte del hombre, en cambio, aparecen ciertos moti vos de su posibilidad. 5. Buenaventura indica tres principales: “ex de fectu ipsius intellectus apprehendentis, vel conferentis, vel resolventis, et secundum istum intellectum cogitan potest ab aliquo intellectu, Deum non esse, quia non sufficienter et integre accipitur ab illo significatum huius nominis Deus” (Yyst. Trinit., q.l, a.l c: V, 49b-50a). Tres deficien cias del entendimiento humano que obscurecen dicha verdad: falta de verdadera perspectiva en el significado del nombre de Dios —tema tel politeísmo idolátrico—; defecto de precisión en el acto de comparación —como los que niegan a Dios por creer que no existe providencia en el mundo, ante algunos hechos no correctamente interpretados—; por últi mo, falta de verdadera “ultimidad” en la función plenamente resolven te —como en los que atribuyeron la divinidad a cosas no absolutamente trascendentes, como el sol— (cfr. Ibid.: V, 49b). Lo que más llama la atención en toda la exposición de su pensamiento es la constante refe rencia a la presencia connatural de Dios al espíritu, en cuanto “imago Dei”. En 1 Sent., además de basar su afirmación sobre la indubitabilidad de la existencia de Dios “a parte intelligibilis” en la omnipresencia (Ibid., c: 1, 154b), se indica: “Probat etiam ipsam et concludit omnis intelligen tia recta, quia omni animae eius cognitio est impressa, et omnis cognitío est per ipsam” (Ibid.: 1, 155a). Pero es, sobre todo, en Myst. Trinit. donde adquiere su máxima im portancia: es la connaturalidad del conocimiento de Dios por presencia de éste al espíritu el motivo de la afirmación bonaventurlana (Myst. Tri nit., q.l, a.l c: y, 49a). Todas las razones alegadas en la primera vía presuponen dicho pensamiento (Ibid., ff. 1-10: V, 45a-46b). Precisamen te esta presencia interior le ofrece al hombre la fuerza más excelente para hacer frente a las deficiencias de su entendimiento: “Ipse enim intel lectus intra se habet lumen sufficiens ex propria conditione per quod posset dubitatlonem istam longius propulsare et se ab insipientia eripe re” (Ibid., ad 1.2.3: V, 50a). Desde esta perspectiva deben interpretarse también las continuas llamadas de 5. Buenaventura a la “ceguera” de nuestro entendimiento en su Itinerario: “Mirum autem videtur, cum os- 266

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