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al dinamismo del espíritu, en cuanto ¡mago Dei, que es, al mismo tiempo, un mensaje y una exigencia de Trascendencia °. La ascensión del hombre hacia Dios recibe así, una impronta fundamentalmente antropológica. En primer lugar, entre las creaturas del mundo, el hombre es el único capaz de abrirse desde sí mismo al Absoluto y de relacio narse personalmente con El. No son las cosas las que van hacia Dios, sino el hombre, úni co ser mundano capaz de presentarse el tema de Dios. Aquéllas tienen señalado exclusivamente un puesto de servi cio: nos ayudan a adentramos en nuestro espíritu en el que verda deramente resplandece la imagen de Dios. “...aliae creaturae possunt consideran ut res, vel ut signa. Primo modo sunt inferiores homine, secundo modo sunt me- 50. Creemos que Gilson, intérprete clásico de 5. Buenaventura, no ha logrado en este punto concreto una recta interpretación del pensa miento bonaventuriano, contribuyendo con ello a la opinión bastante común de ver un innatismo de la “idea” de Dios (cfr. op. cjt., pp. ll3ss). La consíderación del Seo. Doctor se dirige más bien, aunque no siempre con la claridad que sería de desear, hacia el ciincLmismo espiritual 1w- mano. No es, propiamente, el innatismo de la “idea” de Dios lo que se afirma; sino la connaturalidad del conocimiento de Dios por presencia de Este al espíritu. Dicha presencia precede a todo descubrimiento cons ciente de Dios, por parte del hombre (en este sentido podría hablarse de una presencia “prerrefiexiva” de Dios en el dinamismo espiritual huma no. motivadora del appetitus naturalis —no deliberado— y constitutiva de todo espíritu humano). Es, a su vez, presupuesto fundamental de to do encuentro consciente con Dios y de toda intencionalidad espiritual del hombre. ¿Cómo se verifica, en concreto, dicha presencia de Dios en el dinamismo espiritual humano? Es lo que no aparece con la suficiente claridad en los textos bonaventurlanos. Desde esta perspectiva, no siem pre expuesta con absoluta claridad, puede comprenderse mejor su pen samiento en torno al appetitus naturalis del hombre respecto de Dios que es fuertemente subrayado en la línea agustiniana. Para más amplia información y mayor profundízación, cfr. 1. QuILEs, Valor objetivo del paso a la trascendencia de Dios en el metodo concreto, en Rey. Filos. 4 (1952) 37-52, esp. 41-43; L. VEuTHEY, Le probléme de l’existence de Dieu chez 5. Bonaventure, en Anton. 28 (1953) 19-38: JEAN DE Dum de Champsecret, Intuition sans concept, expérience religieuse et formation du concept, en Étud. Franc. 9 (1958) 35-56; 0. ScHELTENs, Una metafísica de la verdad ES. Buenaventural, en Verd. Vida 18 (1960) 209-229. Pa ra una orientación actual de 5. Buenaventura en la línea marechaliana, cfr. útilmente J. MARÉcHAL, Le pOint de départ de la Métaphysique, Lou vain-Paris 1923-1926; WINGENDoRF Das Dvnamische in der menschlichen Erkenntnis, Bonn 1939-1940; A. MARc, Diatectique de l’affirmation. Essai de Métaphysique réfiexive, Paris 1952; J.B. LoTz, Das Urteil und das Sein, Pullach 1957; B. L0NERGAN, Insight. A Study of Human Understandiní.i, London 1957; J. G0MEz CAFFARENA, Im23jticaeiones metafísicas de la afir- mación humana, en Convivium 8 (1959) 7-19. 262

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