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manencia, o exaltación exagerada de ésta con perjuicio de su tras cendencia . Entre ambas posturas se sitúa la concepción bonaventuriana: en ella la inmanencia divina en las creaturas es interpretada como presencia de la absoluta trascendencia de Dios y en ella, con un preciso sentido de equilibrio, se armonizan ambos aspectos de una misma realidad. Según S. Buenaventura, inmanencia y trascendencia deben ser consideradas. como dos aspectos imprescindibles de una noción humana de Dios rectamente conceptuada y razonada: de una au téntica teología natural. Dios absolutamente trascendente e íntima mente inmanente en toda creatura: concepto de la realidad divina que consagró 5. Agustín en su famosa frase: “Tu autem eras inti mior intimo meo et superior summo meo” 25 y que el Doctor Será fico hace centro de su concepción humana de Dios. No obstante, estos hechos en nada debilitan nuestra afirmación an terior: S. Buenaventura, liberado ya de las formas académicas que ex! gían cierto procedimiento de referencias a la tradición, etc., nos presen ta una maduración más personal de las doctrinas que han estado nu triendo su pensamiento en el período anterior. En esta orientació.r, lo interpreta también, en contra de Bougerol, C. BÉRuBi, De la théoiogie a l’Ecriture che2 S. Bonaventure, en Callect. Franc. 40 (1970) 66-70. Para una mejor comprensión del tema del simbolismo, cfr. M.D. CHENU, La théologie au douziéme siécle, Paris 1957, pp. 159-190; 0. G0N- ZALEZ, Misterio trinitario y existencia humana, pp. 453-552. 24. Desde esta nueva perspectiva puede comprenderse mejor la dura crítica que 5. Buenaventura hace de la doctrina aristotélica. Pre cisamente por esta incomprensión del sentido de la auténtica trascen dencia divina, Aristóteles ha alejado a Dios de todo lo mundano, sin percatarse de que, haciendo esto, negaba un requisito fundamental de la trascendencia absoluta de Dios: su exigencia de presencia en las crea turas. Los distintos conceptos de naturaleza y de trascendencia divina que tienen ambos autores pueden considerarse como la raíz más profun da de sus diferencias doctrinales. 25. S. AuGusTINus, Confessiones, Liber III, c.6, n.11: cszi 33, 53. Hacia esta misma síntesis de inmanencia y trascendencia apuntan los grandes autores escolásticos medievales. Cfr. para este tema J.B. Lorz, art. cit.; E. PRzYwARA, Metaphysik, Religion, Analogie, en Metafisica ed esperienza religiosa (Archivio di Filosofia), Roma 1956, pp. 153-172; R. BusA, art. cit., O. Muzio, Immanenza e trascendenza di Dio secondo S. TOmmaso, Grottaferrata-Roma 1962. Por otra parte, los caracteres paradójicos de “trascendente” e manente” del ser de Dios, son hoy considerados por la Fenomenología y la Filosofía de la experiencia religiosa como elementos constitutivos de ésta (cfr. R problema della esperienza religiosa. Atti .del XV Congresso Filosofico di Gaflarate, Brescia 1961). En la concepción bonaventuriana, aparece claramente que, en defi nitiva, la trascendencia divina es la que funda y explica la inmanencia. No obstante, como ha quedado ya probado, insiste, de una manera extra- 249

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