BCCCAP00000000000000000000225
vada a su idea-fuerza de la trascendencia divina en el enfrenta miento intelectual con los problemas cruciales de las relaciones entre finito e Infinito, y, por fin, el modo concreto de traducir dicha concepción en fórmulas muy significativas. El espíritu que anima su pensamiento es siempre idéntico: la búsqueda de lo verdaderamente Absoluto en los tres órdenes de causalidad eficiente, ejemplar y final. S. Buenaventura no encuentra fórmula más apropiada de ex presarlo que la presentada en su trilogía: ex se - secundum se et propter se, y su correlativo ex alio - secundum aliud et propter aliud. El lenguaje utilizado en esta precisa ocasión no puede ser acusado de artificioso virtuosismo dialéctico, difícilmente evitable en una mentalidad escolástica. La trilogía bonaventuriana vitaliza su concepción metafísica de la realidad y forma un ensamblaje importante y constante en su pensamiento sobre la trascendencia de Dios. Interpretando un texto bonaventuriano en perfecta línea con cuanto venimos afirmando, podríamos decir que la mejor forma de expresar intelectualmente lo propio de la deidad es referirnos a ella como a aquella realidad que es a se et per se et secundum se 147 147. “Item, omne quod habet esse a se et per se et secundum se, est omnino necessarium; sed tale est esse divinum, cum sit primum...” (Myst. Trinit., q.7, a.1, f.4: y, 106b). En esta misma fórmula expresa S. Buenaventura su concepción sobre el pecado humano en relación a la trascendencia divina. Puesto que toca tangenclalmente nuestro tema, creemos muy oportuno presentar aquí una rápida visión sintética de su pensamiento en torno a él, recogiendo algunos de sus textos principales. Al mismo tíempo que corrobora lo que venimos diciendo, nos ayudará a penetrar aún más en el sentido de la trascendencia divina desde otra perspectiva. Aprovecha un texto del Eclesiastés para prologar el Segun do libro de su Comentario a las $entenQia.s que afirma: “Solummodo hoc inveni, quod Deus fecit hominem rectum, et ipse se infinitis immiscuit quaestionibus” (Eccl. 7,30) (II Sent., proem.: II, 3a-b). El hombre fue creado por Dios en una condición de rectitud fundamental. En qué con sista dicha rectitud nos lo indica seguidamente: “Tunc enim homo rec tus est, quando intelilgentia adaequatur summae veritati in cognoscendo, voluntas conformatur summae bonitati in difigendo et virtus continua tur summae potestati in operando. Hoc autem est, quando homo ad Deum convertitur ex toto” (Ibid.: II, 4a). En correspondencia a esta condición recta, Dios dio al hombre una habilidad para amarla según este orden: “...quia a summo bono fuit secundum triplicis causae habitudinem; opor tuit, quod haberet in sua substantia et voluntate modum, speclem et ordínem. Nata ergo fuit agere opera sua a Deo et secundum Deum et propter Deum, et hoc secundum modum, speciem et ordinem sibi inditum” (Brevil., p.3, c. 156
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz