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E! P. Dionisio Castillo pensó por primera vez en realizar esta investigación ya hacia e! año 7967. No mucho después comenzó a trabajar en ella y puede decirse que, a través de un largo decenio, ésta ha sido su ocupación principal. Terminado el estudio en 1972 y, presentado como tesis doctoral de filosofía en la Pontificia Uni versidad Gregoriana, fue discutido públicamente el 23 de mayo de ese mismo año. Obtuvo la calificación más alta. En otros casos, cuando el intervalo entre la inscripción y la defensa pública de la tesis va resultando excesivo, se puede temer con fundamento que la realización del plan no llegue a efectuarse nunca. En este caso no. A pesar de la dilación, yo no dudé jamás que el P. Castillo, tarde o temprano, cumpliría su intento. Resulta que el joven capuchino, en todos esos años, se dedicó a su tema con un entusiasmo invariable y una aplicación ejemplar. Más, pues, que señal de desfallecimiento, la dilación de la tesis me parecía una prueba de solvencia intelectual y una garantía de feliz éxito. Y así ha sido. Entre otras tesis, también acerca de 5. Buena ventura, que por aquellos años empecé a dirigir, solamente la del P. Castillo llegó a buen puerto. Las demás naufragaron todas en la travesía. Después de un cuatrienio de estudios romanos, el P. Dionisio Castillo (que entonces se llamaba, con un nombre más franciscano y conquense, Sixto de Tresjuncos) tuvo que volver a España para dedicarse —aunque todavía no plenamente— a la enseñanza de la filosofía. Se vio, pues, obligado a entreverar su estudio de 5. Buenaventura con la actividad docente. Después de todo, el inci piente magisterio no haría sino contribuir, de varias maneras, a que la elaboración definitiva de su estudio bonaventuriano fuese más lograda y más madura. Hay que tener en cuenta que el trabajo más enojoso de la in vestigación estaba ya hecho antes de que el autor dejara Roma. EI XI
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